Vidas Samuráis es uno de esos libros que te llaman la atención a simple vista por su título y la ilustración de portada y que te llevas a casa después de leer la sinopsis.

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Me pasa mucho en los últimos tiempos, que entre los renglones de los libros que habitan mi mesilla de noche me encuentro trozos de la vida de mis amigos, conocidos o de la mía misma.

Cuestión de crecer, imagino, y de que los autores sean generacionales a mi, porque eso es cierto, cada vez tiendo a leer más autores jóvenes, nóveles, que han juntado sus letras para evadirnos a ratos de la realidad aunque sus líneas estén cargadas de ella.

Julia Sabina lo consigue.

Vidas Samuráis tiene mucho de vidas: vidas planificadas que se vienen abajo, vidas planeadas en las que salirse de la línea fijada no suena nada mal, vidas ideales, vidas idealizadas…

Vidas en las que a veces te encuentras, y es que Maribel, la protagonista, tiene un poco de todas las personas que lean sus aventuras.

Que a veces la vida no es como la habíamos pensado, que hay más fracasos que caminos de rosas, que el camino más recto no es siempre el más corto y que aunque tengas claro (y cerca) el objetivo a veces te alejas de él en una vieja bicicleta reciclada con piezas antiguas que nadie te robaría.

A veces en un huída hacía delante, un sms hacía atrás a un destinatario incorrecto es esa cogida de impulso que hace falta.

Que un folio, o un puñado de ellos, en blanco bajo un título que no te convence aunque creas que sí, es la mayor cárcel que puedas crear.

A veces, tachar ese título es la mayor carta de libertad que puedes ganar en tu vida.

En realidad, Vidas Samuráis tiene mucho de tristeza, de fracasos, de nostalgia, de acentos mezclados y personajes que se sienten en tierra de nadie pero Julia te lo cuenta con un lenguaje y un tono personal que hace que sonrías leyendo  a pesar de los desaires.

Un salto hacía el exterior de las zonas de confort, al menos hasta que se construye una nueva con la Torre Eiffel siempre de fondo.

Una novela ligera, ágil y cuyas páginas se pasan deprisa porque sabes que al otro lado hay un puñado de letras ordenadas que volverán a entretenerte. Es un regalo perfecto para estas navidades y yo ya he comprado un ejemplar que lleva el nombre de una amiga, porque cuando un libro te gusta tienes esa necesidad de que otros lo lean y mucho mejor que dejarlo, es comprar otro y regalarlo.

Desconozco si hay siguiente entrega aunque lo apuesto todo al sí y estoy deseando descubrir toda esa vida enredada entre ese nuevo título. Y de nuevo, la Torre Eiffel.