Suena el despertador y no remoloneo bajo mi calentito edredón porque sé que me espera uno de los placeres cotidianos que más disfruto, mi guilty pleasure: cagar. Me levanto de la cama y voy directa al baño, que ya está caldeado porque en mi edificio ponen la calefacción a las siete de la mañana, me bajo los pantalones del pijama, me bajo las bragas, y a disfrutar.

Comer y cagar, el ciclo de la vida, Simba.

simba

Según come el mulo, así caga el culo, que decía mi abuela. Cagar es celebrar lo bien que has comido, reivindicar tu estado de salud, sentirte en conexión con tu propio cuerpo, celebrar la expulsión de todo aquello que no has engordado.

Ahí se va todo aquello que no necesito. Mi organismo es tan perfecto que en menos de doce horas (porque yo suelo cagar dos veces al día) ha sido capaz de procesar todo lo que me he metido, separar la paja del grano y desechar aquello que no necesita. El milagro de la naturaleza. Aprendamos de nuestro culo y seamos capaces de extrapolar su función al resto de nuestra vida: ¿cómo sería nuestro día a día si cada doce horas dedicásemos cinco minutos a expulsar para siempre todo aquello que no nos va bien o ya no necesitamos?

Cagar es tu momento, y solo tuyo. Algo que nunca compartirás con nadie. Aprovecha esos minutos que te regala tu propio cuerpo para reencontrarte contigo misma y para conectar con lo más profundo de ti. Piensa en qué vas a hacer hoy, qué no te gustó de ayer, qué podrías cambiar mañana… Lee un artículo divertido, escribe un tweet de lo más absurdo, sube un selfie a instagram, planea tu próximo viaje, permítete soñar.

anigif_original-grid-image-3222-1386272384-11

Y, sobre todo, no te avergüences. Cagar es algo que le puede pasar a cualquiera. Nadie se libra de cagar, y el que se libra… ¡pobrecito! porque algo muy malo le debe de estar pasando. Cagar es tan normal como tomarse un café a media mañana (a veces, incluso, vienen de la mano), tan necesario como saber hacerse el eyeliner en los tiempos que corren, tan placentero como quitarte el sujetador al llegar a casa, tan divertido como beber a morro de la botella cuando tienes mucha sed.

Caguemos. Caguemos con alegría, con ganas, con orgullo. Caguemos con la satisfacción del trabajo bien hecho. Caguemos como si fuera la primera vez. Caguemos con libertad, como, cuando y donde queramos. Caguemos sin escondernos, con la cabeza bien alta: que cuando nos venga el retortijón y tengamos que levantarnos deprisa para acudir al baño más cercano en nuestros ojos pueda leerse ‘¡ES MI MOMENTO: AHORA VOY A CAGAR YO!’