Hace unos días estaba tranquilamente paseando con una amiga por un parque natural cuando nos topamos con un buen señor que estaba, al igual que nosotras, disfrutando del paisaje. El agua, el sol, los animales, la flora, el aire puro. Nadie sospechaba que se avecinaba la tormenta.

Al llegar a la altura del caballero, nos saluda amable y respondemos por igual. La naturaleza pone en sintonía los biorritmos de la gente y hace que todos seamos hermanos en un ambiente tal. Él ha estado un buen rato haciendo fotos al paisaje y nos enseña sus obras maestras. Nos pregunta nuestros nombres, de dónde venimos, a dónde vamos y nos explica que él es sacerdote – profesor – fotógrafo. Sin mucho que ver, nos pregunta entonces nuestra religión. “Ateas, Padre, ateas”, confesamos. El hombre pone cara de decepción y ahí comienza la cosa a torcerse. Yo entiendo que una de las cosas que los religiosos hacen es adoctrinar a la gente y tratar de hacer ver un punto de vista que a los que perdimos la fe con el pecado original nos falta. Pero es que eso es una cosa y dos son dos, señores. Aquello se empezó a torcer de mala manera porque este buen hombre supuso, sin conocernos de nada, que mi amiga y yo estábamos a favor de todo lo que la Iglesia va en contra. Y, mira, no. Hasta donde yo sé, mi amiga y yo trabajamos por la tolerancia. Yo opino A y tú B, pero no pasa nada. Podemos escucharnos y hasta llevarnos bien. ¡Qué locura!

Nos preguntó las razones por las que no creíamos en Dios. Le respondimos con respeto.

Nos preguntó cuánto vale una vida. Le respondimos con respeto.

Nos dijo que él encuentra respuestas en Dios. Lo respondimos con respeto.

Pensé, ingenua, que de aquel día podría llevarme un debate interesante y quise entrar en harina. Creía que podíamos entendernos todos y hablar como seres civilizados. No hace falta que yo te intente convencer de nada ni tú que me acerques al Señor. Así que me lancé a la piscina, y os resumo porque tiene tela:

  • ¿Por qué las mujeres no podemos ser curas?
  • Estás cayendo en los tópicos.

Acababa de hacer mi PRIMERA pregunta.

  • Tópico o no, es una realidad y no lo entiendo – le digo.
  • Bueeeeeno, pues porque yo puedo perdonar porque tengo cuerpo de hombre y Jesús era hombre.
  • ¿Pero no se supone que lo que cuenta es el alma y que Dios considera a todos iguales?
  • Sí, pero yo tengo el mismo cuerpo que Jesús. Soy hombre.
  • Ah. Pues no, no lo entiendo.

No insistí porque con semejante respuesta ya había perdido el interés en lo que él tenía que decirme, pero quise poner la otra mejilla y seguí con otro tema. Y ya que había caído en un tópico, ¿por qué no hacerlo en otro más?

  • ¿Y qué pasa, señor, con los gays? ¿Por qué se les considera enfermos?
  • Hombre, es que no es natural sentirse atraído por una persona de tu mismo sexo.
  • ¿Por qué no? No hacen daño a nadie. No somos tampoco quiénes para decidir qué debe sentir el prójimo, Padre.
  • Pero es que lo único que me diferencia a mí, que soy hombre, de un gay es que yo no doy por culo a otro hombre (Juro que dijo esas palabras).
  • ¿…?
  • Pues eso, que lo único que hay ahí es cuerpo. Y el cuerpo no vale nada.

Ahora viene mi perrería con eso de hacer demagogia, según él.

  • Pero bueno, Padre, ¿no me ha dicho antes que el cuerpo sí cuenta y que yo no puedo ser cura porque tengo cuerpo de mujer?
  • Exacto.
  • Creo que me he perdido, amigo.
  • Que una mujer y un hombre se atraigan es natural porque hay un fin último: los hijos. Y ese deseo está en el interior.
  • Entonces, ¿lo que cuenta es el interior?
  • Ahora lo entiendes.
  • No, realmente no. Antes me ha dicho lo contrario.

Mi amiga y yo tenemos cara de circunstancias porque hacía rato que nos estaba mareando con sus dobles sentidos, que si blanco que si negro y no llegamos a término. Mi amiga le pregunta a nuestro profesor de la vida por el papel de la mujer en la religión: si yo, mujer, no puedo perdonar igual que un hombre por el simple hecho de que no comparto iguales atributos físicos con Jesús, entiendo que yo, insisto, mujer, juego en una liga inferior que al del macho-rey de la selva.

  • No, señorita. La mujer en la religión está muy bien considerada. De hecho, hay mártires y santas. ¿Lo ves? No hay machismo.
  • ¡Coño, que era eso!
  • Lo que pasa es que vosotras, mujeres, habéis querido ser iguales que los hombres. Os habéis masculinizado. Y cada uno tenemos el papel que nos corresponde. No hay más que ver las películas. Se hacen personajes de mujer que luchan, y lo hacen igual y mejor que un hombre. Van al ejército, se cortan el pelo, se entrenan y tienen casi más músculo que un hombre. Y eso se ha llevado a la vida real. Os habéis querido igualar al hombre.
  • Faltaría más, señor. Es que hay que igualarse.
  • Pero no somos iguales.
  • Nos masculinizamos hace algunos años, sí. ¿Quiere que entone el mea culpa? Es que en un mundo machista hay que demostrar, por desgracia, que aceptando lo que nos diferencia, podemos hacer lo mismo que un hombre. Entonces sí, para que nos tomaran en serio, hubo un tiempo en el que debíamos casi renunciar al papel femenino y sacar la artillería pesada. Pero a día de hoy, buen señor, aunque queda mucho camino por recorrer y el tema es más complejo que todo esto, creo que quien no quiere ver es que está tan ciego como Lázaro.
  • Es que queréis ser exitosas, poderosas, la mujer liberada…
  • Sí, claro, es que no es un crimen.
  • Pero es que hay cosas incompatibles con la maternidad, por ejemplo.
  • A día de hoy y sin poder conciliar, sí. Por eso yo no quiero ser madre – dice mi amiga – hasta que no pueda desarrollarme profesionalmente como yo quiero.

A mi amiga le suena el teléfono para una entrevista de trabajo. Casualidades de la vida o el poder de Dios, yo qué sé. Y yo me quedo ahí, manteniendo la conversación. Y él insiste:

  • Se ha perdido la esencia de Dios y, con ella, el papel de cada uno en la sociedad.
  • ¿A qué se refiere?
  • Al aborto.

¡Toma ya! Pensaba que la que caía en los tópicos era yo y resulta que a primeras de cambio, y sin que venga a cuento, él aprovecha para soltar en un segundo toda la caca que nos viene salpicando desde hace ya demasiado. Y como mi cara fue de pínchamequenosangro, me dijo:

  • ¿Y ahora me dejas seguir haciendo fotos? Es que tengo algo de prisa.

Le dije adiós y me fui con mi amiga a un lugar donde no nos juzgaran por no querer ser madre sin desarrollarnos antes como persona individual, donde no se dudase de la feminidad en caso de no traer al mundo un retoño. Nos fuimos a un lugar donde los gays son aceptados, los cuerpos y las mentes importan en la medida que cada uno comprende, donde el sexo es un juego, donde se lucha por la igualdad real; un lugar donde queda mucho por andar, pero que cada paso cuenta. Un lugar bastante lejos de esas mentes obtusas.

Y ojito, que me he encontrado con mucha gente religiosa que tiene una mentalidad diametralmente opuesta a la de este señor, que una cosa no tiene que ver con la otra; pero me fastidia que gente como él vaya por el mundo creyendo predicar la verdad absoluta, mientras que las verdades de los demás son tomadas como mentirijillas.

Little Lizard