Desde que soy más activa en las redes sociales me he propuesto cuidarme un poco más y sumarme al carro de las últimas tendencias tanto en moda como en belleza. Lo intento, ¿eh? De verdad que lo intento, pero soy demasiado garrula para todas estas cosas.

En mi intento de ser moderna empecé por el principio. Cogí cita en mi peluquería de cabecera, donde además de cositas en el pelo puedes hacerte cualquier tratamiento estético. Yo llamé y dije:

– Rocío, píllame cita para todo

Lo primero que hice fue cortarme el pelo porque, oye, el corte midi se lleva. Me auto convencí con el rollo de “si al final con el pelo largo voy siempre con un moño” y ahora estoy hasta el moño de esos pelitos que no se recogen si no uso al menos un paquete de horquillas.

Comencé con mucha fuerza. Todas las semanas me planchaba el pelo en varias ocasiones, compré tenacillas, unas planchas mejores, un buen secador… ¿Todo para qué? Para nada porque ahora voy siempre con un moño sin gracia y la cabeza llena de horquillitas para sujetarlo todo.

También decidí arreglarme las uñas. Yo soy mucho de mordérmelas y de arrancarme los pellejitos de los dedos (FATAL todo, lo sé) así que me dije “venga, Marta, arréglate las uñas que al final vas a acabar con muñones en vez de dedos”. Entre todas las opciones elegí el esmaltado permanente entendiendo que dentro de lo falso era lo más natural que podía elegir. En cuestión de minutos uñas perfectas. ¿Dónde está el problema? Pues en que no sabía yo que también teníamos tacto en las uñas. Madre mía del amor hermoso qué torpeza con esas uñas. No me quiero ni imaginar si me las hubiera puesto de gel o de porcelana. ¿Cómo os podéis subir unas medias con esas uñas? Y bueno, la duda fundamental: ¿cómo podéis limpiaros el culo después de cagar? Porque si a mí me cuesta teniendo las uñas un poquito largas no me quiero ni imaginar qué haría con una uña larguísima que encima no es mía.

En toda la sesión obviamente también me depilé las cejas y el bigote. Qué claridad de repente en mi rostro. Al parecer iba yo por la vida cual Mauricio Colmenero sin darme cuenta. En cuanto a las cejas todo fetén pero con el bigote hicieron algo raro. Yo vi venir a la chica con demasiada cera en la paleta y de pronto noto que me pone cera dentro de la nariz. ¿Pero qué gracia era esa? Resulta que ahora cuando te quitan el bigote también te quitan los pelos de la nariz y, amigas, no sabéis lo útiles que son esos pelillos hasta que dejas de tenerlos. Ahora me llevo todo el día tocándome la nariz no vaya a ser que se salga algún moquillo. Porque antes los pelos los retenían y salían sólo al sonarme, pero ahora que no hay nada ¿qué pasará?

Para terminar con el día también decidí hacerme una extensión de pestañas. Yo tengo pocas y muy cortitas así que el tema extensiones venía llamándome la atención desde hacía mucho. Todo el proceso fue muy guay: una horita tumbada en una camilla híper relajada. El problema vino cuando ya terminábamos y tocaba abrir los ojos de nuevo. Para empezar, el pegamento había juntado algunas pestañas de arriba con las de abajo y fue un horror separarlas. Por no mencionar lo que escuecen los ojos con el vaporcillo que suelta el pegamento. Llegué al trabajo con los ojos llorosos y toda la cuenca roja porque para añadirle dramatismo al asunto os diré que soy alérgica a la lágrima. Mi cara es un poema cuando lloro porque me salen manchas y moratones alrededor de los ojos. Pero volviendo al tema pestañas, ¿de verdad pesan tanto? No sé si es que me he puesto pestañas de más pero desde entonces parpadeo muy raro. Yo creo que al peso propiamente dicho se une mi miedo a que se caigan (que la gracia no fue barata, mire usted).

A esto también se une el hecho de que normalmente uso gafas y claro, como la señora ahora tiene pestañones, se va dando con ellas en los cristales de las gafas. Todo muy cómodo, Mari.

Así que al final me he dado cuenta de que prefiero la naturalidad, amigas. Porque básicamente ceo que no valgo para ser moderna. Yo soy más de uñas mal pintadas, moño el alto, pelos en la nariz y poquitas pestañas. Las que lleváis con dignidad todo lo demás sois mis ídolas pero, de momento, yo prefiero seguir siendo garrula.