Madrid. 10:50 de la mañana (tengo la suerte de no tener que madrugar).

Salgo de mi casa lo más mona que puedo. Es lunes y quiero empezar el día con energía. Para algunos puede resultar una auténtica chorrada; pero para mi empezar el día de forma positiva es súper importante. Los días que me quedo dormida, voy rápido y corriendo y no me da tiempo ni a hacer la cama, NO SON DÍAS BUENOS; son como yo los llamo DÍAS LEGAÑAS (algún día os contaré la definición)

Así que, como os decía, pretendía empezar mi día de la mejor manera. Ducharme, un toque de rimmel y labios rojos y bajar a por el café a la panadería (esta vez sin bollos, que me conozco). Coger el autobús, ponerme mi musiquita y ale, a currar.

Uno de los pequeños placeres que tengo (y que me debería quitar) es el de echarme el primer cigarrito del día con el café de la mañana. No, no me cago después de eso. Así que, según salgo de la panadería me enciendo mi piti y me dirijo hacia la marquesina.

Lo que yo no sé es que hoy voy a ser testigo de una auténtica revelación.

Tiene unos cincuenta y pico años, complexión fuerte (gorda, vamos) y estatura media. Viene fatigada. Detrás de ella una de mis cuestas favoritas de todo Madrid. ‘Pobre señora, sudandito que viene‘, pienso yo. Lo pienso y me callo; porque si tengo que decir la cantidad de burradas que se me pasan por la cabeza de todas las personas que me encuentro a diario por las calles de Madrid, apañaos estamos. Pero la señora debe ser que no llega a la misma conclusión que yo y habla. Vamos que si habla.

Interrumpe mi paso educadamente. Me mira con cariño, casi con condescendencia. ‘¿Te puedo dar un consejo?‘ me dice.

Yo, que a veces me creo Chenoa, que cuando tu vas, ella vuelve de allí; le contesto que si se refiere a que tengo que adelgazar. Ella se ríe como queriéndome decir, ‘ay amiga, las gordas nos entendemos’ y contesta que no.

Como estoy intrigada pero quiero seguir demostrando mis dotes adivinatorias le digo que si a lo que se refiere  es a que tengo que dejar de fumar. Una gorda fumando por la calle es un todo un filón para lo de los consejos gratuitos.Encima de gorda, fuma. Esta chica está loca‘, intuyo que piensa la mujer. Pero no, otra vez me confundo.

Come alpiste‘ me responde la buena mujer. COME ALPISTE, os lo repito por si acaso os quedáis tan estupefactos y ojipláticos como yo. ALPISTE. Sí, Alpiste, que según la RAE es una ‘planta anual de la familia de las gramíneas que crece (blablabla) y que sirve para forraje y las semillas para alimento de pájaros y otros usos‘.

Da igual lo que comas luego, la clave está en comer alpiste por las mañanas, con un vasito de agua. Ya verás, a mi se me quitó toda la celulitis que tenía, ni michelines ni nada de nada. Es mano de santo‘, prosigue la señora.

Yo, que soy muy educada y que básicamente me he quedado patidifusa, le doy las gracias a la señora y le contestó que habrá que probar de todo. Es lunes por la mañana y no me apetece discutir con nadie y menos con una señora que acaba de perder la mitad de sus fuerzas en subir una cuesta del infierno pero que ojo, aún tiene fuerzas para preocuparse por mí.

Ya sentada en el bus, llego a las siguientes conclusiones en este orden:

  1. Si yo fuera la señora y acabase de subir la cuesta lo último que me apetecería sería hablar con nadie. A no ser que fuera después de sentarme en un banco y de haberme bebido medio litro de agua.
  2. ¿Funcionará el alpiste?
  3. Bea, déjate de idioteces que lo que tienes que hacer es mover más el culo y comer menos.
  4. ¿En qué momento esa señora ha considerado oportuno darme ese consejo? ¿Será que le he dado pena? ¿Tanta pena doy como para que me recomienden comer alpiste? Con lo mona que yo me había puesto ese día…
  5. Ojo cuidao con la gente que se mete donde no le llaman.
  6. Lo jodido de todo es que me he planteado dónde comprar alpiste.
  7. Así nos pasa, que nos aferramos a consejos de mierda y acabamos de la olla, comiendo alpiste o lo que haga falta. Fijo que más de uno y de una ahí está con su alpiste por las mañanas y su napolitana de crema por las tardes. Y aún se planteará que por qué no funciona el alpiste.
  8. ¿En serio, tanta pena le he dado?
  9. ¿Y si le hubiera dicho que ya como alpiste? ¿Hubiésemos fundado el club de fans del alpiste? Amichis para siempre.
  10. Mierda, se me olvidan los pastelitos para llevar al curro, que ha sido mi cumple y algo habrá que llevar.

En resumidas cuentas, como decía mi abuela: consejitos vendo pero para mí no tengo.

Señoras y señores del mundo mundial que no tengo el placer de conocer y que me abordan por la calle, hagan un esfuerzo y métanse las ganas de dar consejos donde más gustirrinín les de. No los he pedido. No podéis colgaros el cartelito de doctor y considerar que necesitamos vuestros consejos para ser felices o para que nuestra vida se vuelva maravillosa. Mi vida ya es maravillosa porque es la vida que YO he decidido llevar y que YO voy a vivir.

Si usted quiere comer alpiste, que aproveche.