No me suele gustar demasiado ir a la peluquería. Personalmente me pone algo nerviosa. La gente allí suele hablar un poco de todo. Supongo que van más a menudo que yo, porque parece que allí todo el mundo se conoce de toda la vida.

Yo soy bastante introvertida, así que normalmente suelo estar en silencio. Como mucho sonrío cuando alguien hace alguna broma y me mira para ver si la he pillado.

En fin, con la cosa de estar en silencio he podido descubrir ciertas cosas que se dicen siempre en las peluquerías y que son bastante curiosas.

En primer lugar, cuando la peluquera o peluquero pregunta que te vas a hacer. Da igual que lo lleves en una foto en el móvil o que lo mires allí en una revista, que sea un corte de pelo precioso o algo super transgresor. Que vaya del todo con tu estilo o parezca una locura. Seguramente has estado eligiendo ese cambio durante horas, días incluso. Imaginándote así, preguntándote si te gustará, preocupándote por si te arrepentirás. Pero la persona que tiene el destino de tu imagen en sus manos, a penas le echa un vistazo de refilón y siempre suelen decir lo mismo: “Me encanta. Te va a quedar genial”. Y sí, posiblemente para el gusto de cada uno pueda ser una buena elección, pero a veces sinceramente me he planteado que, si le llevase la foto del corte del pelo mas horroroso del mundo, me dirían exactamente lo mismo. Supongo que ahí entra un poco eso de que “el cliente siempre tiene razón”, pero desde luego creo que es un poco peligroso. Si después del corte la persona en concreto no se ve y se cabrea, supongo que no la lía porque ha sido ella misma quien lo eligió. Pero supongo que a veces estaría bien que alguien nos dijese que no, que íbamos a quedar como el culo de una gallina.

Otra de las cosas que me llamó mucho la atención es que, cuando las personas que se hacen un moldeador se impacientan porque llevan mucho tiempo esperando a que les suba el rizo y este se resiste, en muchos lugares le encasquetan un chupitazo de brandy. Supuestamente así sube antes. No sé si aquello tendrá mucha fundamentación científica o si lo hacen solo para entretenernos un rato mientras esperamos que los deseados rizos decidan subir, pero desde luego todo el mundo lo acepta como cierto.

Otras de las razones que argumentan para que no suba el rizo o las mechas, es el ciclo menstrual. En una ocasión escuché preguntar a una clienta que si tenía el periodo. Al parecer el ciclo hormonal era el causante de que las mechas no se blanqueasen como debían. En ese caso le dejaron un par de tonos por debajo de lo deseado y le recomendaron que, en el próximo retoque, intentase ir cuando no estuviese con la regla.

Que yo no digo que sea mentira. Desde mi ignorancia desconozco si la experiencia les ha demostrado que esas cosas tengan algo que ver, pero como poco es curioso.

Otro de los rituales orientados al color del pelo, es la típica frase de “este color realza el color de tus ojos”. Da igual el color que elijas, siempre te realza. Conozco a una mujer que se ha cambiado tantas veces el color del cabello que no se si recuerda cual era su tonalidad original. Pero cada vez que va y elige el color, siempre le dicen lo mismo. Es algo que me hace mucha gracia, porque todos reaccionamos igual. Se nos escapa una sonrisa de satisfacción al ver que hemos acertado con el cambio. En realidad, da igual si es verdad o no. No importa que el color sea perfecto para nuestro tipo de piel o nos quede como el culo, nosotras estamos felices por la aprobación del peluquero.

Porque si, después del corte, del color, del peinado. De estar varias horas con una cosa o con la otra. De la inseguridad que nos supone ese cambio, al final te quitan todos los trapos, te echan un spray que te fija un poquillo los pelos locos que casi a todas nos salen por muy peinadas que vayamos y nos queda la frase final; “Que bien te ha quedado. Y mira que brillo tienes en el pelo. Es espectacular”

En ese momento da un poco igual el resultado. Porque a veces, si el cambio ha sido un poco radical, la imagen que te devuelve el espejo es algo rara e inquietante. Cuando nos ven torcer el gesto nos avisan de que es algo normal, que hay que esperar un rato para acostumbrarnos a nuestra nueva imagen. Y ya con eso nos conformamos, aunque durante unos segundos hayamos entrado en pánico. Si ellos que son los expertos dicen que estamos bien, es más que suficiente.

Porque sí, vernos bien es muy importante. Ir a la peluquería se convierte en algo terapéutico. Ya no es solo la chachara con la gente que hay allí. Esas conversaciones triviales que siempre nos sacan una sonrisa sino el trato de la persona que además de arreglarnos el pelo, también nos alegra el alma, aunque medie alguna mentirijilla de por medio.

 

Lulú Gala