Mi tortura empieza casi desde el inicio de la relación, hoy en día estamos casados.
Pertenezco a una ciudad muy bonita, rica en ambiente y cultura, mi chico se crió entre invernaderos, ha tenido una vida humilde, es un hombre culto y educado que ha logrado todas sus metas;
Los primeros meses el problema venía porque yo no tenía prisa en conocer a la suegra, una vez conocida se agregó otro más y es que yo paso olímpicamente de comer en su casa todos los fines de semana, tengo mejores cosas que hacer.
Cuando él estaba soltero, su madre le preparaba tuppers para comer, he leído que esto es común en las suegras. Hoy en día le prepara trapos viejos, bolsas de ropa usada para que se la ponga, sigue con sus costumbres absurdas le gusten a uno o no, te las mete por narices.
Siempre me ha costado trabajo ir, no me siento identificada con ciertas costumbres, no estoy cómoda.
Al principio ella decía que yo no quería ir a su casa porque no tengo familia y no sé que es eso, una bonita forma de hacer daño, ya que mis padres han fallecido, claro que he tenido familia.
Después decidimos casarnos, y en un maravilloso almuerzo de esos que me gustan tanto se le ocurrió soltar delante del resto de comensales que aunque se case «su hijo no estaba pillado». Cuando hablamos de la luna de miel, me sugirió irme a un camping a pasar unos maravillosos días.
La primera vez que entró a mi piso (hoy en día vivimos de alquiler), se dedicó a preguntarme que objetos había comprado y cuáles eran del piso, no quiere que su hijo gaste dinero. En una ocasión me invitó a hacer natación en la playa por el mismo motivo, para que el niño no gaste. Los médicos me mandaron a hacer natación para paliar los dolores que sufro en la espalda, pronto tendrán que ponerme una prótesis con treinta y siete años.
Llegó el día de la boda, aún no hace ni un año, ese día ha dejado un sabor agridulce en nuestro recuerdo. Lloramos, nos emocionamos, pero al llegar a la comida y sentarnos en la mesa sucedió lo peor. En esta ocasión el suegro empezó a corregirme con los cubiertos ( a mi marido le he enseñado yo con que mano se coge el cuchillo), puso pegas a todos los platos que se sirvieron en la mesa, increpó al personal del catering y ya por último se metió con mi vestido. Aún así, decidí perdonar y volver a intentar integrarme. El problema, creo que es, que no tengo la mismas costumbres, ni entiendo las suyas, es como mezclar agua y aceite, la relación no fluye.
Intenté hacer amistad con una de las cuñadas, pero fue un fracaso, ya que ella no se reservaba nada, se lo contaba todo a su madre, incluso me ha llegado a poner el manos libres cuando hemos hablado por teléfono.
Hace poco más de un mes decidí no volver más, he llegado a tomar ansiolíticos para poder comer tranquilamente allí, era la única forma que encontraba de que todo me resultara indiferente. Pues bien, hace un par de días me llamó ella «la suegra» y tuve que darle mil explicaciones de porque no voy a volver a su casa (odio dar explicaciones), estuve una hora al teléfono y finalmente, me dijo que tendria que acostumbrarme quiera o no a su familia, que para eso me he casado con su hijo.
No os voy a engañar, me ha jodido las vacaciones, estabamos de viaje fuera de España y ha conseguido romper la magia.
Cambié mi número de teléfono móvil para que así no me molesten más, pero me tuve que poner porque llamó al número de mi marido y me vi en el compromiso.
He he estado a punto de dejarlo en varias ocasiones, de hecho no lo descarto, de esta forma ellos podrán ser felices, mi marido podrá seguir comiendo arroz los domingos y yo podré seguir mi vida.
La última vez, el me dijo que estaba dispuesto a no verles más, pero no me parece justo, me conformo con vivir mi matrimonio lo mejor que pueda ser y no tener instrusos continuamente opinando sobre lo que hacemos o dejamos de hacer.
He leído varios artículos sobre familias políticas destructivas, como pueden llegar a destruir una relación y estoy totalmente segura de que puede ser así.
¿Alguna se ha visto en una situación similar?