Después de llevar unos días viendo volantes de la feria de Sevilla en las redes sociales y en la tele, me ha venido a la mente un follodrama que viví en la feria de mi ciudad hace casi cuatro años.
Ese año, iba estrenando mi vestido de gitana, bien apretada, bien maqueada y de mi color favorito: rosa. Fue uno de esos días en los que te sientes poderosa a más no poder. Empezamos al mediodía que si cerveza, rebujito y cualquier cosa con tal de quitarnos el calor.
La tarde pasaba y, a medida que avanzaba, el alcohol iba haciendo estragos. Estaba en una caseta con mis amigas y ya íbamos algo pasadas de rosca. Empezamos a hacernos selfies y un chico nos miraba muy atentamente. Mi amiga me dijo que le molaba ese tío pero que le daba cosa entrarle. Total que yo, ni corta ni perezosa, me acerqué a decirle que le molaba a mi amiga que si se le presentaba. Su respuesta fue: «si lo que quieres es hablar conmigo, no andes con excusas.» Me quedé ojiplática y, además, me di cuenta de lo bueno que estaba.
Me acerqué a mi amiga y le conté lo que me había dicho y ella me dijo que adelante.
Seguimos charlando y empezamos a tontear. Así que decidimos irnos a un sitio más tranquilo. Dimos dos pasos, hasta la puerta de la caseta, y ya nos estábamos morreando. Total que me propuso que fuéramos a por su coche ya que él venía de un pueblo. El camino de la feria a donde tenía aparcado el coche, en circunstancias normales, es de unos 15 minutos aunque tardamos más de una hora porque no parábamos de besarnos, abrazarnos, charlar… Me sentía como en una noche de ensueño.
En el coche, le expliqué cómo ir a mi casa y al llegar, decidió pasar de largo. Paró el coche y empezó a besarme. Decidimos ir a un sitio más tranquilo y lo que tuviera que pasar, pasaría.
Cuando estábamos parados, nos pusimos en la parte de atrás y seguimos con los besos y ya empezamos con el magreo a tope. Las flores que llevaba en la cabeza chocaban con el techo del coche y me las tuve que quitar, se me empezaron a caer un montón de horquillas del moño. Empezó a preocuparse por eso, a mi me resultaba algo raro pero decidí seguir a lo mío.
Cuando estábamos más calientes que el pico de una plancha, me dijo que no nos merecíamos que nuestra primera vez fuera así que teníamos que irnos a su casa más tranquilos, pero yo me negaba a irme a su pueblo a esas horas y en esas circunstancias.
Total que decidimos parar y me llevó a casa (esta vez de verdad). Nos dimos los teléfonos y él no paraba de proponer planes para seguir viéndonos.
Pasados unos días le mandé un WhatsApp y me contestó que justo al día siguiente de vernos, había quedado con su ex y habían decidido intentarlo de nuevo.
¿Casualidad?, ¡Imaginaos mi cara!
En su momento me sentó mal porque me quedé con las ganas de rematar, pero ¿y lo bien que me lo pasé esa noche?