Llega el calor estival y aquí ya huele a chiringuito y a playeo del bueno. El día a día se vive ya de otra manera, quizá porque desde pequeñas nos han enseñado que el veranito está para disfrutarlo en la medida de lo posible. Y no sé vosotras, pero a pesar de que me acerco peligrosamente a los cuarenta, yo no puedo olvidar mis veranos de adolescencia, es algo curiosísimo. Terminábamos las clases y teníamos casi tres meses de libertad a raudales, ¡si hasta parecía que nos podíamos comer el mundo!

Planes que no nos cabían en la agenda, mucho piscineo, alguna que otra fiesta del pueblo y un millón de esperanzas puestas en que ese fuera NUESTRO VERANO. Así, con mayúsculas. Porque lo que queríamos era poder volver en septiembre al instituto con un millón de historias debajo del brazo, y aunque en ocasiones las vacaciones eran más de lo mismo, siempre poníamos nuestro empeño en sacarle el mejor jugo posible a todo ese tiempo libre. ¿Recordáis qué solíamos hacer entonces? Puede que algunos de estos clásicos os suenen…

– Echar de menos a esa amiga que se iba al pueblo un mes como si se fuera de por vida.

Shippear en las piscinas municipales a una amiga y al macarrita de turno.

– Volverte loca porque tus padres te dejaban quedarte hasta tarde en la urba de la playa.

– Esos primeros botellones a ritmo de ‘La mayonesa‘ o ‘Yo quiero bailar‘.

– Enamorarte perdidamente del primo de tu amiga en las fiestas de su pueblo.

– Hacer cola en los puestos de la feria para hacerte una trencita de hilo en el pelo.

– Llorar a mares al despedirte de tus amigos del campamento (a los que habías conocido 15 días atrás).

verano adolescente

– Negarte en rotundo a unas vacaciones familiares ¡¡¡No sin mis amigas!!!!!!

– Estudiar la Súper Pop, Bravo y Vale a la orilla de la piscina (o del mar).

– Comprarte unas Oakley pastilleras (o tirar de unas falsas de mercadillo).

– Soñar con tener un romance de verano.

– Levantarte cada mañana y desayunar con ‘Las gemelas de Sweet Valley‘ o ‘Los Rompecorazones‘.

– Y planchar la oreja después de comer con ‘Sensación de Vivir‘, ‘Melrose Place‘ y ‘Models‘ antes de salir por la fresca.

– Escuchar a tus padres la misma milonga de cada año sobre la horita de digestión.

– Trenzarte el pelo, entero, o hacérselo a tu hermana.

– Los primeros viajes con amigas, aunque fueran al lado de casa.

– Amar las noches de ‘El Grand Prix‘ en familia.

grand prix

– Ir de vacaciones siete en el mismo coche y sin cinturón de seguridad.

– Esos selfies con las besties del pueblo que no sabías cómo habían quedado hasta que revelabas el carrete.

– Echar un poco de menos las clases, y que se te pasara a los dos días de volver al instituto.

– Las quejas de tus padres por levantarte tarde aunque estabas de vacaciones.

– Recibir una postal de tu amiga, esa que se fue a pasar el verano al otro lado del mundo.

– Inventar coreografías a ritmo de la canción del verano en la plaza del pueblo como si aquello fuera la mejor pista de baile.

– Comprar letra a letra el collar de tu nombre en un puesto del mercadillo.

– Ponerte nerviosa perdida cuando, al volver de las vacaciones, te cruzabas de nuevo con tu crush del instituto.

– Quedar con las amigas para hacer botes y botes de sal pintada con tiza.

– Cuatro orquestas distintas en cuatro fines de semana.

– Prometerle amor eterno a tu ligue de verano, y olvidarte de esa historia a los tres días.

– Reinventar tu look a base de anillos plateados y bolsos trenzados de colores.

– Venirte arriba y hacerte ‘mechas’ con agua oxigenada.

Seguro que aquí cada una guarda sus propios recuerdos, contadme ¿cómo eran vuestros veranos perfectos de adolescencia?

Mi Instagram: @albadelimon

Fotografía de portada