Siempre decimos que hay dos clases de personas para todo en el mundo. Bueno, pues aquí os traigo una nueva clasificación: las personas “normales” y las bien-queda que absurdamente nos disculpamos POR TODO. Son incontables las veces en las que no tenías que pedir perdón, pero lo hiciste ¿verdad? Sigue leyendo. Si, por el contrario, no entiendes el concepto de “exceso de disculpa” aparta, porque no formas parte del colectivo que vengo a reivindicar. Perdona, pero no va contigo todo esto.

Somos unas perdedonadoras. No podemos evitarlo, unas perdedoras que vamos disculpándonos por el oxígeno que consumimos. Nos sentimos incómodas ante el simple hecho de existir con otros y colapsamos si atisbamos la más mínima indicación de irritación en el otro por cosas que están en nuestro entorno. No cosas necesariamente que hayamos hecho o de las que seamos responsables. Pediremos perdón por lo que hacemos Y por lo que no hacemos para evitar que cualquier elemento de nuestra existencia (incluidas edificaciones) pongan en potencial riesgo la comodidad de alguien.

“Venga, va exagerada”. ¿Sí? Veamos 5 veces en las que no teníamos que pedir perdón, pero lo hicimos de todos modos:

CUANDO TE PIDIERON UN FAVOR Y TE LLEVÓ EL TIEMPO NECESARIO HACERLO

No hablo de que te demoraras diez años en dejarle un libro a alguien. Hablo de esos momentos en los que te piden la hora y tú no encuentras instantáneamente el móvil y te disculpas por esos segundos de vida invaluables que le estás “haciendo perder”.

CUANDO EL ORDENADOR TARDA EN EJECUTAR ALGO

Aquí me dirijo a las que trabajamos en oficinas o frente a ordenadores todo el día. Ese momento en el que alguien te dice que abras algo, hagas un cálculo o busques en Google cualquier historia y PIDES PERDÓN por los segundos o minutos que A TU ORDENADOR le está llevando hacer ESA cosa. Como si tú mágicamente pudieras hacer que el procesador de repente se acelerara solo por voluntad tuya. Como si los microsegundos que tarda Google fueran demasiados. Nada, oye, que perdona, que ya sale. Y sonrisita.

CUANDO ALGUIEN SE HACE DAÑO SOLO CON ALGO “TUYO”

Se dan con una esquina de tu sofá, se tropiezan con el escalón de tu portal, se chocan con tu coche. LO QUE SEA. Tú pedirás perdón por no advertirles, porque no construyeran en plano la salida o diera una alternativa a la construcción o por haberte comprado un coche y haberlo aparcado perfectamente pero ahí. El caso es que te disculpas por su falta de atención porque tú y tus cosas sois una.

CUANDO PIDES ALGO

De la índole que sea. Desde un favor a un café en un bar. Tú pedirás perdón. No el típico “perdona” como fórmula cortés de llamar la atención. No. Lo tuyo será un perdona avergonzado y, si me fuerzas, hasta suplicante. Por pedir que te dejen pasar, te dejen 1€ para la máquina o que con tu pincho de tortilla te pongan cubiertos. Porque “perdona, tenía que haberte dicho que me gusta usar un tenedor y no las manos para comer”.

CUANDO A ALGUIEN NO LE GUSTA ALGO

Cuando incapaz de anticiparte a los gustos, emociones, necesidades de alguien, ves que no disfruta de la comida, del sitio o el plan que ha elegido esa persona. Tú te sientes francamente mal porque eso pueda suponer desgracia en su existencia, así que TE DISCULPAS. Y no, no como una forma de mostrar empatía. NO. Te disculpas por no haber sido viajera en el tiempo y haber advertido a ti misma del pasado de que esa cosa por mucho que la persona la quisiera, eligiera, pidiera, no le iba a satisfacer. JODER, MALDITA SEA, otra vez no has podido salvar al a humanidad de sus errores gastronómicos, de ocio, de vida.

 

Y vosotras ¿en qué otras situaciones no tenías que pedir perdón pero lo hiciste de todas formas?

@tengoquenayque