Hace un par de días me llamaron de mi suministradora eléctrica. Me decían que habían recibido mi solicitud de cambio a otra compañía y que me informaban que a partir de ese día ellos ya no me facturarían. Me sorprendió mucho porque yo no había gestionado ningún cambio. La chica, muy amablemente, me preguntó si había recibido alguna llamada haciéndome ofertas sobre tarifas eléctricas. Le contesté que sí, claro que las había recibido. De un tiempo a esta parte, me llaman a todas horas: por la mañana antes del café, a la hora de la siesta y cuando estoy comiendo o cenando. No falla. En cuanto notan que estoy ocupada, deciden hacerme una llamada. De hecho, últimamente he hablado más con mis “asesores de energía” que con mi madre. Pero no había aceptado ninguna de sus ofertas. Aún así, al parecer, habían utilizado ciertas argucias para hacerme el contrato. Cuando me preguntaron si yo era “fulanita tal cual” y yo dije “sí”, ya tenían una parte. Después me preguntaron si era la titular del suministro de la calle “avenida de los palotes 36” y al contestar otro “sí” ya tenían medio trabajo hecho.

Así que nada, como según la asesora de mi compañía de toda la vida, podía volver a cambiar, empecé los trámites para regresar con ellos. Para mi sorpresa y estupefacción, al día siguiente me llegó un SMS de mi compañía diciéndome que la baja de mi suministro estaba tramitada. Confundida, llamé a atención al cliente y me explicaron que la llamada del día anterior no era de ellos, sino de una compañía que se había hecho pasar por ellos para llevarse mi contrato. Es cierto que, después de la presentación de la chica que me llamó, no volvió a repetir el nombre de la compañía y en la grabación solo hablaba de compañía energética. En fin, al parecer la persona que me había convencido de que me habían timado era la timadora. Volví a hacer los trámites con el gestor de la compañía a la que había llamado y esperé a recibir el mensaje de que todo volvía a estar bien.

Al día siguiente, una nueva llamada. Esta vez decía ser del departamento de tramitación. Un chico muy amable me dijo que en la grabación que había hecho el día anterior se escuchaban micro cortes y que la teníamos que repetir. Un poco cansada, pero con la esperanza de que aquel fuese el último paso, volví a repetir todo el proceso. A los dos días, y cuando yo ya confiaba en que todo estaba bien por fin, recibí otro SMS. Ahora me daban la bienvenida a “Chispitas Eléctricas S.L.”. Era increíble, me la habían vuelto a colar. Llamé a mi compañía, les expliqué lo sucedido y volví a repetir todos los pasos, ya un poco hasta el moño. La operadora, con un pelín de sorna, me dijo que no le cogiese a nadie más el teléfono, a ver si podíamos recuperar el suministro de una vez. Pero por mi trabajo recibo muchas llamadas y no me puedo permitir el lujo de no atenderlas. Así que no habían pasado ni dos días cuando alguien de “Chispitas Eléctricas S.L.” me llamó diciendo que no podía darme de baja, que tenía un contrato de permanencia con ellos y que si me daba de baja iban a pasarme una penalización de 300 euros. Le dije que estaba en periodo de desistimiento y que aquello era ilegal y empezó a hablarme de muy malas formas, diciéndome que iba a pagar mucho más, que mi empresa me engañaba con las ofertas y que era poco menos que una gilipollas. No me lo dijo con esas palabras, pero el trasfondo se entendía. Fue una conversación tensa y violenta, aquella persona se dirigía a mí en unos términos tan desagradables y despectivos que pensé que era incluso denunciable. Le colgué mientras me aseguraba que me llegaría la factura de la penalización y que me iba a arrepentir. Lo que me faltaba, no solo me engañaron para cambiarme, sino que además me amenazaban. Era el colmo.

En ese momento me prometí a mí misma que no iba a atender ninguna llamada comercial, ni siquiera por educación. Pero claro, las cosas no son tan sencillas porque una semana después me volvieron a llamar, supuestamente de mi compañía, pidiendo que accediera a mi correo electrónico y pinchara en un link para dar de alta no sé qué historia de la factura digital para tener más descuentos. Me sonó a estafa, así que le dije que en el link iba a pinchar su prima la de Cuenca. Desde entonces han pasado más de dos semanas y seguimos igual. Todos los días recibo por lo menos dos llamadas de compañías eléctricas que se identifican, otras dos o tres de “mi compañía de la electricidad”, mi “comercializadora de energía” y el departamento de chorras y meninas eléctricas. También me llama la que dice que es mi compañía para que pinche en el puto link y yo ya no sé ni en qué compañía estoy, ni cuál de todas las personas que me llaman al día es la que intenta estafarme. Por no estar segura, ya no estoy segura ni de dónde vivo. Este nivel de estrés me tiene a una llamada de arrancar todos los cables y sobrevivir a base de velas y pilas de petaca.

Me parece increíble que tengamos que soportar este tipo de actuaciones, este hostigamiento diario y este nivel de sinvergonzonería sin que nadie haga nada al respecto. Cada vez que me suena el teléfono, tiemblo pensando que va a ser una llamada de este tipo y estoy al borde de perder la cabeza y mandarlos a todos a la mierda. Porque puede ser que hacer las cosas por teléfono haya simplificado los trámites, pero también hay muchos abusos y están convirtiendo mi vida en un infierno. Así que sintiéndolo mucho por todas esas personas que se ganan la vida detrás de un teléfono, he hecho propósito de no contratar nada nunca más por esta vía. Probaré en línea o en una tienda, como se ha hecho toda la vida, porque como me vuelvan a hacer un lío como este de nuevo, termino loca perdida.

Lulú Gala