Es comenzar a hacer calor y pensar irremediablemente en bañadores, bikinis y micro ropas que dejen la carne al aire y que nos haga sentir más frescas. Sin embargo, cuando uno tiene una cicatriz la situación puede volverse un poco tensa, porque hay mucho maleducado que más que mirar parece que quiere estudiar cada milímetro de esa marca con la que tú tienes que convivir día a día.
No voy a profundizar en el tema de los complejos porque cada uno se enfrenta a una cicatriz de una forma distinta y porque, evidentemente, no es lo mismo una fruto de tu gen burro que hizo que te lanzaras de cabeza por un tobogán con la consecuente brecha de rigor, que una marca que te recuerda un accidente u operación más o menos traumático. Yo no quiero (ni puedo) hablar de complejos porque, a pesar de ser dueña de una gran cicatriz que divide mi abdomen en dos, jamás me he sentido acomplejada por ella. Sin embargo, a pesar de no concebir mi cuerpo sin ella, de verla cada mañana como si se tratara de un lunar o una peca más, a pesar de todo eso, puedo decir que tener una cicatriz puede ser un obstáculo a la hora de enseñar «chicha», no tanto por el complejo de tenerla sino por las miradas y comentarios que generan.
Las malditas miradas indiscretas son una de las razones por las que me cuesta ir a la playa (a la piscina o vestir un top cortito) . Sé que se trata de una cicatriz grande, que ocupa casi tanto como yo (saco el cartel de exageración) pero ¿no tengo el mismo derecho a enseñar mi cuerpo que cualquier otra sin tener que aguantar las miradas descaradas? Claro que sí, decimos todos, pero la curiosidad mató al gato y mirar es gratis.
¿Y sabéis qué pasa cuando todos te miran? Que uno termina por sentirse inseguro porque sabe que al ponerse en bikini/bañador todos los de su alrededor observarán con lupa su cicatriz. Ocurre que al notar cómo, mientras camina hacia la orilla, le siguen con la mirada y se dan codazos entre ellos y susurran nosesabequé; ocurre que uno se vuelve inseguro y que a lo único que aspira es a llegar cuanto antes a su toalla para tumbarse boca abajo y sentirse a salvo de esas miradas indiscretas. Y esto amigos, no es una exageración, porque me ha pasado a mí, porque hay gente que no se corta ni media y, a pesar de que son ellos los que actúan de forma errónea, quien se siente mal eres tú.
Pero no solo de miradas se nutre la cicatriz, una también ha de aguantar la «temida» pregunta de ¿y esa cicatriz? ¿Qué te pasó? No todos la realizan con la misma delicadeza: ¿Qué te ha pasado ahí? ¿Te mordió un tiburón? -verídico, amigos-y yo, con una sonrisa y cagándome en la madre que parió a ese cara pan, le sonrío y le digo que no. Y como insiste con la misma sutileza inicial, le contesto con sinceridad. ¿Qué ocurre? Que no es una contestación para la que muchos están preparados y, como consecuencia, conscientes del gambazo que han metido, no saben qué decir, ni qué cara poner ni dónde esconderse. Y como saben que la han cagado, lo intentan arreglar con un Bueno, pero es una cicatriz bonita -Sí, eso me lo dicen muy a menudo-.
En estos casos, soy yo la que tengo que soltar con un Tranquilo no pasa nada, tú no lo sabías, porque se nota que lo está pasando tan mal. A mí me hace hasta gracia porque no me molesta en absoluto responder el origen de mi cicatriz, pero OJO con las formas. Y que conste que esto lo digo por vuestro bien, porque hay cicatrices que esconden historias muy complicadas y traumáticas, y es posible que ni la persona quiera hablar sobre ello ni vosotros sepáis cómo encajarlo.
Así que a ti, que miras con descaro mi cicatriz (y la de cualquiera), te pido que seas prudente. Que si ves a una persona en la playa con una cicatriz enorme, antes de observarla como a un mono del zoo, pienses que puede sentirse incómoda; que antes de seguirla con la mirada porque ese top deja al descubierto una marca, empatices con ella y que, por mucha curiosidad que tengas por saber cómo se la hizo, si no puedes callarte, sé sutil. Piensa que aunque existan personas que no se sienten acomplejadas por sus cicatrices, sí pueden sentirse incómodas por tu falta de tacto y de educación.