Acabo de enterarme de que mi amiga es de la realeza.

 

Conozco a mi amiga desde hace unos cinco años; hemos llorado/moqueado juntas, hemos cantado en una tarima de karaoke juntas, nos hemos intercambiado ropa, hemos dormido en la misma cama… etc, y aún así, yo jamás vi las señales: Mi amiga es de la realeza.

Y os preguntaréis cómo lo supe, cómo lo descubrí. Bueno, porque mi amiga se casa, y de verdad que esta no puede ser la boda de alguien que no lleve sangre azul.

¿Conocéis el significado de aquello de “poner toda la carne en el asador”?, bueno, yo creí que lo sabía, pero no, no hasta ahora, cuando he visto a mi amiga poner toda la carne, los langostinos, al kraken y hasta a sí misma, en el asador.

Pero bueno, pongamos esto en contexto: Para que no se diga que es que yo soy una antibodas o por el estilo, tengo que aclarar que yo siempre, desde que tengo uso de razón, he sido una persona romántica hasta lo empalagoso; me sé todas las canciones de Disney de amor, todas las historias de sus princesas desde la A hasta la Z, soñé toda mi vida con el príncipe azul, y cuando fui a Disneyland París con mi hija pequeña, ella se hizo su foto con Blancanieves, por supuesto, pero antes me la hice yo.

Entonces… no, no es que yo esté en contra de las bodas ni mucho menos, pero esto es otra cosa.

Lo gracioso es que, de las dos, se supone que yo siempre fui la más ñoña, y de repente es como si a mi amiga la hubiera poseído el espíritu de una organizadora de bodas chunga de esas que aparecen en el canal Divinity.

Treinta mil eurazos, muchachas… 30.000, que así impresiona más, un treinta con sus otros tres ceros a la derecha, y eso solamente de entrada, porque luego ya sabemos que se irán sumando más cositas. Que si 4.000 el vestido, que si otros tantos miles la finca, que si los autobuses para los invitados; los cubiertos, la música en vivo, los fotógrafos… Todo coordinado al milímetro, y a mí que me daba un mini infarto por cada cifra que me contaba.

Porque para mí, al fin y al cabo (y será porque no soy yo la que está enamorada hasta las trancas, romántica o no), ese día será todo lo especial del mundo pero no será ni siquiera un día entero sino sólo un rato, horas… y yo con ese dinero preferiría claramente comprarme la casa que no tengo (y que mi amiga y su pareja tampoco), para así disfrutarme no sólo el ratito de la boda sino cada día cuando me despierte sin la pena de estar echando mi dinero en el saco roto de un alquiler.

Pero bueno, cada quien. Que lo mismo es que mi amiga de verdad es de la realeza, se ha estado cachondeando de todos nosotros y esos 30.000 euros son apenas calderilla que se ha de gastar en una boda humilde, a saber…

Lo que sí tengo claro es que, pese a que he soltado mi venenito por aquí y tenga mi amiga sangre azul o no, ese día, para mí y para todos los que la queremos, ella será la reina, y así la hemos de tratar.

 

Lady Sparrow