Esta es la historia, 100% real, de cómo acabé acompañando a mi amiga a la tarotista por miedo a que le pasara algo con esta clase de magufos y me acabaron adivinando mi futuro.

He de decir que esto pasó mucho antes de que la astrología, las cuentas de los horóscopos de Instagram y los médiums de tiktok llegasen a nuestras vidas. Por entonces, las únicas brujas que conocía yo eran las del canal 47 y la mayoría de la gente las considerábamos una estafa de tomo y lomo.  Aunque, para qué engañarnos, esto del esoterismo y el misterio de las cartas existe desde que el mundo es mundo. 

La cuestión es que mi amiga había escuchado que había una señora buenísima en un pueblo recóndito de la sierra de Huelva y que, al parecer, solo había que darle la voluntad. Aunque una vez nos presentamos allí, os puedo decir que con la voluntad lo mismo se había comprado la buena mujer una casa en Matalascañas. La cola era más larga que la de “cambios y devoluciones” de Zara en las rebajas de verano. Con todo, allí nos quedamos. Mi amiga por pura curiosidad y yo porque me daba miedo que la captasen como en la secta de la Ayahuasca.

Aproximadamente unas 2 horas después entramos en una habitación llena de velas, incienso y un desagradable olor a rancio. En el centro había una mesa baja y una señora bastante mayor que para nada parecía una bruja. Ni rastro del lunar, del gato ni de la escoba.

Después de echarle a mi amiga una tirada general, una sobre el amor y otra sobre la familia, la salud y el dinero, y ya a punto de irnos, la mujer me miró muy fijamente, me agarró de la mano y me dijo:

“A ti tengo algo que decirte, siéntate”.

Os prometo que, pese a ser la persona más escéptica del mundo y creyendo en 0 unidades de religión, ni de ninguna de estas cosas, aquella mirada felina y la forma en que pronunció aquellas palabras, me dejaron paralizada. Intenté negarme pero, al final, la curiosidad mató al gato.

Hace muchos años de aquello y yo era muy joven, pero sus palabras parecían muy seguras y sinceras. Me aseguró que, aunque en esos momentos estaba con un chico maravillo, nuestra relación tenía los días contados, pero que él era el amor de mi vida. Aquello me pareció incoherente al principio. Pero luego, me dijo que llegaría a mi vida un hombre mayor que yo, que conocería en un ambiente laboral y que parecía moreno, alto y de ojos verdes, pero que aquella relación iba a ser un puente lleno de sufrimiento para que, años después, pudiese reencontrarme con el supuesto amor de mi vida en un momento de mayor estabilidad para los dos y que  acabaríamos siendo padres. 

En aquel momento pensé que no era más que una sarta de tonterías. Esta creencia se confirmó para mi un tiempo después, cuando fui diagnosticada de endometriosis y supe de las pocas posibilidades de ser mamá que tenía, por lo que la predicción de la bruja iba perdiendo fuelle con el paso del tiempo.

Sin embargo, muchos años después, os puedo decir que, efectivamente, el chico con el que estaba en ese momento (llamémosle Raúl) y yo, acabamos cortando la relación porque, pese al amor y al cariño que nos teníamos, nos fuimos distanciando al ir a la Universidad en ciudades diferentes.

Años más tarde, en mi primer trabajo, conocí a un hombre mayor que yo (podemos llamarlo Carlos), alto, moreno y de ojos pardos (no eran verdes como tal, but…) con el que estuve saliendo varios años en una relación increíblemente tóxica donde me engañaba constantemente y sufrí muchísimo.

Pero, durante todos esos años, mi primer amor siempre estuvo presente en mi vida de una forma u otra. Aunque no éramos amigos, nunca perdimos el contacto, pero nunca hubo rollos entre nosotros.

Sin embargo, en una ocasión en que bajé a las fiestas del pueblo, me encontré con Raúl y, yendo ya un poco pasadilla de rosca, estuvimos hablando y me aseguraba que, por más años que pasaran, siempre estaba en su cabeza y que no había sido capaz de olvidarme ni de encontrar nada igual, que si alguna vez me quedaba soltera y me apetecía, podríamos tomarnos un café sin pretensiones.

En ese momento me pareció la típica conversación de tu ex borracho que solo quiere triscar. Pero la cosa es que, unos meses más tarde y fruto ya del desgaste que me causaba mi relación con Carlos, decidí poner fin a todo aquello y refugiarme en casa de mis padres y buscar el calor de mis amigas de toda la vida. Y fue así como, en un bar del barrio, volví a coincidir con Raúl. Nos miramos, me invitó a una cerveza y, a día de hoy, 3 años después, estamos esperando nuestro primer bebé. Porque a veces, la vida sí da segundas oportunidades, si sabes aprovecharlas.