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Una publicación compartida de Labebebellota (@labebeypunto)

Normalmente suelo escribir con humor, con ganas de reírme de la vida y de mi misma, para contar alguna historia que a todas nos ha pasado, pero llevo dos días leyendo y releyendo el post de Bebe la cantante llamándonos descerebradas a las feministas de hoy en día e incluyendo en su discurso argumentos tan zafios como que las feministas de hoy en día odiamos a los hombres y que somos incapaces de trabajar con ellos.

Supongo que Bebe desconoce aún el término sororidad, pero en pro de este me gustaría que Bebe y todas aquellas mujeres que la defienden y aplauden, con argumentos varios como “con la edad y la madurez, te das cuenta de que lleva razón”, conociesen un poco más cual es el activismo que nos lleva a seguir pidiendo igualdad, que no la superioridad que parecen alegar estas.

Como ejemplo, está el problema de las condiciones de trabajo en el campo, ya conocidas por todo el mundo: jornadas de trabajo de más de 10 horas, condiciones de habitabilidad mas que insalubres, hacinados y sin derechos, pero poco se habla y poco conocemos, sobre lo que se suma al hecho de ser mujer y jornalera. 

En 2018, mas de diez mujeres, presentaron denuncias en varias empresas de Huelva, no solo por los impagos y malas condiciones de habitabilidad, sino también por las agresiones y abusos sexuales que sufrían en su puesto de trabajo. Nadie se hace eco de la noticia, no al menos lo suficiente como las huelgas de los agricultores de Andalucía, colapsando autovías y llenando calles, o no al menos como el post de Bebe.

Bebe dice que está orgullosa de mimar a sus hombres, porque la quieren y la miman también. Fíjate Bebe, que las feministas, también solemos querer a nuestros padres, a nuestras parejas, a nuestros hijos, hermanos, amigos… 

A pesar de que el 80% de las agresiones sexuales se producen por agresores que conocían a sus víctimas y mira, no, no actuamos con recelo, ni odiamos a los hombres que nos rodean. 

Desde 2013 las denuncias por violencia de género, la violencia que se produce en casa, por quien debe mimarte y quererte, esas denuncias han aumentado más de un 20%, entre otras cosas, gracias a la conciencia social, a que no sólo cada 8 de marzo sino los restantes 364 días del año, les decimos que no están solas, que sus gritos son escuchados. Para decirles a su familia, a sus amigos y a sus vecinos, que no están solos, que luchen también por ellas.

Y dice Bebe, que ole por las que escuchan un GUAPA y lo reciben felices y se ruborizan. Me alegra saber que ella nunca ha cambiado de calle, ha subido la música o se ha pensado si esa minifalda se la debería poner hoy, justo hoy que tiene que pasar por esa calle donde esta ese grupito del bar o esa obra, donde la miran, la examinan, la llaman y le dicen “guapa” o lo que les plazca y agradecer al cielo que no incluyan algún gesto… ¿ordinario? y con todo ello, no se haya sentido incómoda y desnuda, no físicamente, sino tan desprotegida, tan frágil, que tienes que acelerar el paso para salir cuanto antes de ahí. 

Sino fuese por esas manifestaciones, de las que Bebe reniega, seguiríamos huyendo en cada calle, seguiríamos calladas en cada paliza, seguiríamos ocultando cada agresión, porque seguiríamos pensando que estamos solas, que la culpa es nuestra por la falda que llevamos, por ir borrachas y porque era demasiado tarde para que una mujer “íntegra y que se precie” vuelva a casa. 

No sé Bebe, no me considero una descerebrada, me considero mas bien afortunada de saber que no estoy sola, de que mi madre, aunque sienta miedo cada vez que salgo, también se sienta orgullosa de ver que el miedo no me para y de que cada 8 de marzo, quien me llame y me de la mano para ir a la manifestación sea mi padre, con un “ahora, te toca luchar a ti y voy contigo”. 

@Bernalda_Alba