Mi tía es como un dolor punzante en el estómago todo el día.

La muy cabrona ha jodido a mi madre, a mi padre, a mi abuela, a sus hijos y a medio barrio. Es un ejemplo de persona narcisista, incapaz de reirse de sí misma, perfecta esclava de su propio cuentos de hadas donde ella es la protagonista, bañada en deudas y con 0 culpabilidad por nada.

Ha llegado a robar a su hijo dinero para pagar deudas, a reclamar a mis abuelos dinero y dinero y dinero que no era suyo, a chantajear a mi madre (su hermana) solo para sacarle dinero. Pero ay maja, yo ya sé cómo eres, y a mí no me engañas. 

Un día, estando yo paseando tranquilamente con mis cascos por el Retiro, me llega un mensaje de mi tía que cómo se me había ocurrido decirle a su hijo de irnos juntos a Benidorm de vacaciones, que sabe que no tienen dinero y que ella lo necesita. Me llamó de todo, me dijo que claramente se veía que era hija de quien era, que era una desagradecida con la familia y varios insultos absurdos.

Yo, mientras escuchaba ese audio, pensaba que estaba hablando con una niña de 5 años por la madurez mental, sinceramente, asi que ni acabé el audio entero, ¿para qué?

Dado que me llevo muy bien con su hijo, que es una persona importantísima en mi vida, siempre pensé que tendría que tener una mínima relación con su madre, por eso de ser educada y que no fuese a romper nuestra amistad mi trato con esa señora. Cuál fue mi sorpresa cuando el día que decidí acabar con todo, mi primo se lo tomó bien. Yo intuyo que debe estar harto de su propia madre y que entiende que es una valiente zorra.

Fui a su casa (yo montando bien el show, por qué no) porque tenía que darle a mi primo una cosa. Me abrió ella, para mi disgusto, ojalá que hubiera sido él. Yo pensaba dejarle el paquetito, saludar e irme pitando, pero todo se torció.

Me abrió la puerta con el torso ladeado, una mueca de desprecio y el pechito inflado. Según abrió, empezó su monólogo del odio. Todo lo que me dijo por audio, multiplicado por 10, me lo vomitó en la cara como una verborrea de gilipolleces.

Su hijo estaba en el baño, por lo que salió cuando yo ya le estaba respondiendo. Mientras me decía sus cositas, aguanté en el pomo de la puerta, por un oído me entra y por otro me sale, y forzé aposta la situación para que acabase cuando ella quisiera. Como sus palabras tienen el mismo efecto en mi que si me hablara una desconocida, le di el lujo de decirme todo.

Tardó un rato, pero finalmente paró. Me miró con esa cara de prepotencia que pone la gente mediocre que en su mundo delusional se cree mejor que tú, y simplemente le dije, muy fina yo: “Una vez oída tu verborrea, ¿puedo dejarte el paquete para Elías?”

Se quedó petrificada, lo cogió, y esperando que yo montase un drama en respuesta, porque sé que es lo que quería, saludé a mi primo desde lejos, le dije que le escribía luego, y me fui diciéndole muy cerquita a mi tía  bellas palabras. Yo, siempre elegante y formal: “No vuelvas a dirigirme la palabra en tu vida, vete a tomar por el mismísimo culo” Nunca supe más de ella, y mi primo sigue siendo mi mejor amigo. Amén.

Te falta perreo.