El 31 de diciembre de 2018, después de toda la presión social que conllevan este tipo de fiestas, decidí asistir a la cena de nochevieja sin sujetador, con una camiseta de seda de estas que marcan pezón, y sin depilarme las axilas. El tema depilación lo dejaremos para otro artículo. Mi talla, una 120D.

Sentía como todos los familiares de mi pareja me miraban extrañados por haberme arrancado el sujetador en el baño antes de las uvas, pero oye, yo me sentía la persona más liberada del mundo.

El primer mes fue difícil. Empecé a notar como mis pechos pedían a gritos un sustento, yo insistí en dejarlas libres. Empezaron a estar frías, a ponerse lilas, a petarse venas, a salirme granos por todas partes… en fin, mis pechos eran dos balones desinflados y doloridos. Aún así, seguí con mi propósito: liberarme de la carga social que llevamos las mujeres.

El segundo mes fue de adaptación. Lo comentaba con amigas, y me sorprendía el porcentaje de gente que me decía que también estaba practicando el desapego al sostén. La única diferencia con el mes anterior fue la reducción del dolor y la posibilidad de comprarme sujetadores sin aros y sin broches que te destrocen la espalda.

El tercer mes empecé a cuidar a un niño de 4 años, el cual me miraba los pechos y no entendía por qué no llevaba las tetas en el mismo sitio que mamá, pero a mí me llenaba de orgullo haberme liberado de esa carga y haber mejorado mucho en salud. También fue el mes de aceptación de mi cuerpo. No es lo mismo llevar las tetas por debajo del cuello que tocando el ombligo. Entonces empecé a sentirme bella. No me importaba el qué pensará la gente cuando asista en nochebuena sin sujetador.

El cuarto mes fue el mejor, lo llevaba con mucha naturalidad. 

Mi quinto mes, en el que me encuentro ahora, es simplemente un estilo de vida. Me han crecido los pechos, pero bastante, me sientan genial las camisetas veraniegas sin sostén y no me tengo que preocupar de tirantes ni de rellenos dolorosos. Simplemente disfruto de mi cuerpo y no lo castigo.

 

Chicas, sentiros orgullosas de vuestro cuerpo y que no os amargue un día una mala mirada, ni un pantalón que ya no te entra o te sobra. Somos hermosas, siempre, pechi planas o pechi abundantes.

 

Sar López