Estás en tu casa, un viernes por la tarde y comienza a llover. Entonces, te levantas del sofá, te pones un jersey viejo que te queda grande y con el que se te ve el hombro. Te preparas un té en una taza inmensa y te sientas encogida, agarrándote una rodilla a ver las gotas de agua recorrer tu ventana. Piensas en cómo es la vida, de dónde venimos, a dónde vamos. Qué te depara este loco narrador que llamamos destino. Cómo el amor mueve el mundo y cuán fascinante es todo lo que te acontece en ese segundo. ¡ESPERA! No, ya estamos otra vez. Di no a romantizar cosas de mierda.

Vamos a ver cómo es la realidad:

Es viernes tarde, te has quedado sin plan de repente y ya te has tragado la primera temporada de todos los estrenos de Netflix, Prime y HBO del otoño. Se pone a llover y a ti se te ha olvidado recoger la ropa tendida. Pero pasas. Sudas. Ya es tarde y estás hasta las narices de tu jefa como para ponerte ahora a recoger el tendido. Lo que sí es que por la ventana entra una rasca que decides ponerte algo de abrigo. Llegas a tu armario y te encuentras con que , a mediados de octubre, no has hecho aún el cambio de armario. Porque sí, tienes que hacer cambio de armario en tu piso de 30m2. ¿Qué es lo único que encuentras? El jersey más roído de la historia: un jersey de tu ex. Está viejo y te viene grande pero no hay más.

Vas a la cocina a merendar algo, a comerte lo más gocho que encuentres, pero te acuerdas que llevas una semana procurando seguir una vida sana y no hay nada que te tiente. Te ibas a preparar un cubata pero no tienes dinero para tener un bar en casa así que vas a por un té. Y te lo sirves en el único recipiente limpio de tu cocina. Como guinda le echas extra de agua para a ver si así te sacias.  Te vas con tu jersey que huele a humedad, tu tazón de té y tus ganas de pegarte un tiro al salón a ver si la vecina buenorra hace yoga hoy en el techadito del bajo y al menos te alegras la vista.

¿Cuál es tu desgracia? Que hace un mes que no tocas los cristales y ves con más definición tus huellas dactilares sobre ellos que La Isla de las Tentaciones en tu TV 4K.

¿Por qué no podemos parar de romantizar cosas de mierda? ¿Qué nos hace ser así? Por qué miramos al infinito por las ventanas de los buses, qué nos lleva a compramos café en Starbucks a diamante el centilitro, por qué sacamos un poco los morritos y estiramos el cuello cuando miramos un cuadro o compramos un libro. ¿Por qué nos posee la intensidad en los aeropuertos? Porque nos puede la pelicularidad. Porque somos una máquina de hacer cine con patas. Romantizamos cosas de mierda para sentirnos un poquito mejor y tenemos que parar porque se nos está yendo de las manos.

Que te miran un story y te crees que tiene un altar con las fotos que te hace tras los matorrales del parque de tu casa. No digo que sea fácil dejar de creernos que estamos en la tercera temporada de Anatomía de Carlota PERO aquí van 3 consejos para rebajarle:

  • Deja de creer que te sigue una cámara
  • Deja de hacer que piensas en más cosas que en el pedo que llevas atravesado o en si has apagado las planchas del baño cuando vas sola por la calle
  • Para de esperar que un apuesto/apuesta desconocido/a se te acerque con tu bebida favorita en la mano y te invite a pasear por un parque que solo está en NYC.

Si quieres que te siga una cámara, a un reality. Si quieres pensar en más cosas, deja de ver Tiktok. Y si quieres que un acosador eche droga en tu café y te secuestre, pues no lo quieras. Leñe. Caca. Y, por favor si esto lo quieres, no veas la futura tercera temporada de You que se ve que la serie te ha hecho daño.

En definitiva. Dejemos de romantizar cosas de mierda, de romantizar esta vida que llevamos que suficientemente bonita es como para querer adornarla con clichés.

@tengoquenayque