CÓMO JODER LAS NAVIDADES DE TODA LA FAMILIA CON UN SATISFYER

No sé vosotras, pero en mi casa hemos llegado a un punto en el que los únicos regalos que me caen por navidad son pendientes y/o bolsos. Como mucho algún año se ponen creativos y me regalan una camiseta que: o me queda pequeña, o grande, o es tan fea que ni para dormir me la pongo no vaya a ser que me levante a mear y asuste a los críos por el pasillo. 

Así que el año pasado decidí que me iba a autorregalar algo que de verdad me gustara. Que me gustara… muuuchoo… Algo que llevaba meses deseando pero que no me atrevía a comprar. Algo que fijo-fijísimo no me iba a regalar nadie. Un Satisfyer. 

Así que lo compré… lo envolví… y la tarde del 24 de diciembre, antes de ir a cenar, lo dejé debajo del árbol junto al resto de regalos.

En mi casa la tradición anual es: cenar en casa de los abuelos, los peques duermen allí y los papis se van a su casa. A la mañana siguiente, abuelos y peques van por las casas buscando regalos debajo de los árboles de navidad.

El plan era sencillo. Al volver con mi marido de la cena, abrir ese único regalo y darle buen uso aprovechando que no había criaturas rondando y de paso estrenarlo juntos para que él no se sintiera excluido. Qué fácil era, y qué sencillo.

No sé si fueron los vermuts de antes de cenar, el Verdejo ya en la mesa, los chupitos del postre o los gin-tonics de la sobremesa, el caso es que yo ni me acuerdo de cómo llegue a casa. Y mucho menos me acordé de abrir mi esperado regalo.

Feliz Navidad

A la mañana siguiente, bien prontito, llegaron mis suegros con los niños y me despertaron botando en la cama (aún no sé cómo aguanté sin potarles encima) ilusionados a más no poder porque el árbol estaba lleno de regalos. ¡Qué ilusión es despertarte resacosa perdida con tus suegros y tus hijos mirándote fijamente!… 

Con la legaña aun pegada me dirigí al salón con esa sensación de “¿pero qué coño pasó ayer? …” e intentando recordar qué día era y quién coño era yo. El caso es que al ver el árbol y el regalito que estaba en primera plana, una hostia de realidad me pegó en toda la cara. ¡MIERDA! ¡Ay estaba el puto Satisfyer escondido tras un papel de regalo hortera y una etiqueta en la que ponía “MAMI”! Os juro que se me pasó la resaca de golpe. Y para “golpe” los que le di con el pie con la esperanza de poder esconderlo, o mandarlo al espacio, o desintegrarlo, o lo que fuera antes que abrirlo delante de todos. 

Me hice la remolona todo lo que pude. De verdad os digo que pensaba que podría librarme… pero no. Después de abrir todos los paquetes… “¡AMA! ¡Que falta este tuyo!” ¡Qué sudores para ser diciembre! Lo abrí más roja que las bragas de nochevieja. El silencio se me hizo eterno. Mi suegra mirando a su hijo… Mi suegro mirando a su mujer… Mi marido mirándome a mí… Yo mirando si había escapatoria posible. Y mis hijos: “Ama, ¡qué guay! ¡Una maquina de hacer pompas!” La carcajada fue general. Menos mi suegro, que todavía no sabía por dónde le daba el aire. Pero se acabó rápido.

 Mi marido ofendido por el sustituto. Mi suegra escandalizada. Mi suegro enfadado porque nadie le explicaba qué pasaba. Y los niños rebotados porque no les dejaba hacer pompas. Me pasé el resto de la mañana dando explicaciones. “Cari.. que esto es para los dos…” “Carmen… que es una broma que me ha gastado mi hermana…” “Jacinto… que solo es un utensilio de cocina para hacer salsas…” “Niños… que no viene con jabón…”

Y aunque podría parecer que no podía ir a peor… podía. Porque llegó la hora de: LA COMIDA DE NAVIDAD. Gambas… almejas… percebes… caracoles… el centollo con sus patas…  ¿En serio todo lo que íbamos a comer había que succionarlo? ¡Es que solo faltaba haber puesto el vino con pajita! 

La tensión se masticaba en el ambiente más que el marisco. Hasta que mi suegra soltó: “¿Pues sabes qué te digo hija? Que para el año que viene yo también me voy a pedir uno de esos”. A lo que mi suegro respondió: “¿Y para qué? Si ya tienes la Thermomix…” De verdad que hay momentos que no se pagan con dinero. 

Lo pasé mal, muy mal. Pero mi suegra es la mejor. Aún no he tenido huevos a regalárselo yo, pero no lo descarto para estas navidades. Aunque pensándolo bien… lo mismo ya se lo ha comprado su marido porque últimamente cocina mucho con salsas.

Marta Toledo