¡Uy, pero qué delgada estás! ¡Qué suerte! ¡Qué envidia!
¿PEROUSTÉQUÉDISESEÑORA?
Eso es lo que me gustaría gritarles a todas las personas que cada día, tienen que comentar lo delgada que estoy, lo mucho que como y mira que eres delgadita y yo no sé cuántas barbaridades más. Soy consciente de la sociedad gordofóbica que nos rodea, pero creedme cuando digo que las flaquísimas también tenemos nuestras cosas.
Mido 1,70, peso 50 kilos y esto es algo que siempre ha sido así, en el colegio me llamaban patas de alambre y me comía mi bocadillo, y el de los demás. ¿Suerte? Yo no sé qué decirte.
No pretendo hacer comparaciones porque soy consciente de que en esta sociedad lo tienen mucho peor las personas gordas, pero dejad que me queje un ratico…
Con ese cuerpo puedes comer lo que quieras. Pues mira, NO. Como cualquier ser humano, no puedo comer todo ni en las cantidades que me gustaría porque me sienta mal. Quiero decir, que si me como una bolsa de patatas, una lasaña, un provolone untado en pan y de postre un paquete de Donuts, me voy a poner mala, igual que quién se coma todo eso, y luego un capuchino.
En contraposición, también está el famoso: ¡Qué delgada! ¿Comes de todo? Pues pregúntaselo a todas esas personas que me dicen que da gloria verme comer, porque no es que coma de todo, es que, además, me produce tanto o más placer que el sexo. Que te diga mi madre como dejo el plato.
Con ese cuerpo, no tendrás problemas en encontrar ropa. MEN-TI-RA. Porque las que somos unos palos, o nos falta o nos sobra, o queda bien de culo y no encaja en tus caderas, o viceversa. Así que si, tengo problemas en encontrar algo que me valga, y no todo me queda bien. Otra mentira universal fomentada por la industria de la moda. Igual que a todo el mundo vamos, hay cosas que te quedan bien, y otras que te quedan peor. Y las tallas pequeñas, vuelan de las tiendas igual de rápido que las tallas grandes.
Que envidia ser tú. ¿Tú estás segura de lo que estas diciendo? ¿Te imaginas no tener ni una triste chichilla que te proteja del frío? Tener que ir todo el invierno como una cebolla, dentro y fuera de casa, y en verano una chaquetita por si refresca, es algo poco agradable. Sobre todo, si has ligado, es enero y tienes que estar media hora descortezándote para acabar tiritando. O si eres fumadora, y cuando has terminado de vestirte y vas a salir, tus amigos ya están de vuelta.
Ay, chica, ¡si yo tuviera tu cuerpo! Pues si tu tuvieras mi cuerpo, también estarías sometida a la duda de si estás enferma, de si tienes un trastorno alimenticio o de si tu delgadez es en realidad “tan sana” como venden los medios. También sentirías como te escudriñan cuando tienes que desnudarte, o te pones en bañador y ojo, también-tendrías-celulitis-como-casi-todas-las-mujeres. Y estrías.
No te quiero hacer daño y/o espera que te ayudo, que pareces tan poca cosa… ¿En qué momento la delgadez está reñida con la fuerza mental y física? Quiero decir, ¿hay algún estudio que soporte semejante sandez? He hecho varias mudanzas yo sola, cargando como un animal, y me he llevado golpes emocionales que me han hecho tambalear, sí. Pero de ahí, a considerarme débil por mis kilos de menos, quizás es algo que se debería replantear.
Quizás acabaríamos antes si nos pesaran el cerebro y su contenido, pero como eso no va a ser posible, abrazad vuestros kilos de más o los kilos de menos. Pero abrazaos fuerte porque solo vosotras mismas, sois conocedoras de vuestra realidad.