Llevo preparando mi boda y mi divorcio desde que era niña (llamadme romántica). De pequeña me imaginaba con 30 con niños, una casa con piscina y casada con un príncipe azul. Y no mileurista, compartiendo piso con 5 personas y guardando con anhelo los cupones del DIA.

Pero yo siempre fui muy soñadora. Ya en la guardería me fijaba en un niño monísimo de ojos azules. Pero no me hacía caso. Si no me hace ya caso mi pelo, me lo iba a hacer un hombre… Así que del príncipe azul montado a caballo con sonrisa profident bajé las expectativas a «bueno, si tiene todos los dientes y no lleva el mandilón sucio me vale».

A medida que me fui haciendo mayor descubrí que el amor romántico y el cuento de la princesa era un sueño de Resines. Y cuando un chico me miraba como si me comprendiera era en realidad su cara de mirarme las tetas. A día de hoy el único hombre que merece mi confianza es el Dalai Lama.

Que digo yo… hay alguna gente que cuando repartían la incoherencia se llevó todas las rifas del Kiosko porque o acaban de salir de una relación y buscan algo fugaz, o acaban de conocerte y planifican el viaje de la luna de miel. O han sufrido mucho por una hija de puta que un día les hizo daño y ya le queda marcado para toda la vida o son masocas que te atosigan como un niño el día de reyes pidiendo sus regalos. O te juran amor eterno y desaparecen, o no te juran nada y también desaparecen. Ghosting everywhere. Gente con pareja jugando a salir de la rutina (confía más en tu horóscopo que en tu novio). Gente que gana en las distancias cortas y gente corta que gana en la distancia. Tras «callejeros viajeros» y «españoles por el mundo» llega a sus pantallas «gilipollas por todas partes».

¿Pero qué pasa? ¿Pero qué invento es éste? ¿Y por qué la gente en Tinder ve tan necesario decirme que le gusta hacer tríos? Amigas, el mercado está complicado. Porque desde que follar es fácil, enamorarse es difícil. Tan difícil que yo a veces no sé si pedir más citas o un par de pistolas. ¡Qué suerte tienen los caracoles, hermafroditas y felices!

Pero yo no pierdo la esperanza de encontrar a ese hombre con acento de Betanzos y ojos color fabada que me ponga los bajos como el cerrojo de un penal. Un hombre no, lo que yo quiero es un barón . Así con «b» de «bebamos mojitos en tu yate» (porque al final tantos varones y tan pocos hombres).

Lo único que espero es que la próxima vez que me rompan el corazón al menos me den una vajilla, como los del banco. Y a falta de amor, otra cerveza por favor.

 

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@LuciaLodermann
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