Que nuestra sociedad hace tiempo que perdió el oremus es algo que he podido comprobar ampliamente a pesar de las escasas 23 primaveras que llevo pululando por el mundo. A pesar de ello, el 98% de mi vida se basa en una actitud alegre gracias a que la contemplo a través de mis gafas de purpurina y unicornios; es decir, intentando ver la vida de un modo happy flower, esperando siempre cosas buenas y controlando mis instintos asesinos cuando alguien confunde bondad con que alguien sea tonto. Os confieso algo…casi siempre me funciona. Sin embargo hay veces que ocurren cosas que hacen que mi concepto de la sociedad humana (cada vez más bajo) descienda hasta los infiernos y me estalle la cabeza cual pelazo de Hades al viento (de visitas al infierno va la cosa hoy).

Gastar parte de tu tiempo y energías en meterte con alguien, especialmente por su aspecto, me parece una forma patética de desperdiciar la vida, que queréis que os diga, sobre todo porque poco a poco vamos aprendiendo a que las cosas nos vayan resbalando. Pero ¿qué pasa cuando el foco de esos insultos cobardes son personas menores que no pueden defenderse? Y lo peor, ¿cuando los que los emiten son personas adultas y encima escudan tales ataques en una supuesta preocupación por la salud? Pues pasa que, parafraseando a mi ídola, a mí me dan ganas de precipitarme de la vida.

La última en sufrir tales ataques no ha sido otra que Daniella Bustamante, la hija de Paula Echevarría y David Bustamante, que a raíz de una foto publicada por su madre ha desatado ciertos comentarios gordofóbicos, en los que insinúan que la niña está gorda y que, qué pena, que ha sacado la complexión de su padre…CÁGATE LORITO…. Osea, no en serio, debo ser yo…que me he vuelto miope desde que vi la foto y no veo ese sobrepeso mortal que algunos comentan en la foto. Pero, aunque lo hubiera… ¿QUIENES SOIS VOSOTROS PARA SI QUIERA INSINUAR ALGO ASÍ DE UNA NIÑA?

 

Desgraciadamente no es este el único caso de gordofobia infantil que se ha esparcido por las redes alentado por personas sobreentendidas adultas y sensatas (JÁ). Hace poco más de un año, unas imágenes de la princesa Amalia, heredera de Holanda, llevando una sudadera que su madre había llevado estando embarazada hacían saltar las cuencas de los ojos de miles de personas. No, esperad, atendedme bien porque esto es de traca: durante un posado oficial de la Familia Real Holandesa, Amalia, la heredera, de solo 13 años, se convirtió en protagonista del posado no por el hecho de ser la próxima heredera (algo que, yo creo que bien le hace ganar protagonismo en cualquier aparición) sino porque ¡¡estaba gorda!! Y por supuesto, los ecos de preocupación sobre la alimentación y salud de la princesa no tardaron en llenar los titulares de periódicos europeos… yo a esos periodistas no les daría un sillazo por respeto a la silla, sinceramente.

Muchos pensarán que son comentarios inocentes o que no tienen importancia o peor, que dado que están en el ojo público tienen que acostumbrarse a recibir este tipo de críticas, sobre todo cuando, sus aspectos no son “saludables… (#modoHadesOnAgain). Pero parece a estos gurús de la salud les importa tres narices que esta ideología de la delgadez como única forma de vida saludable lleva a veces, a conductas para nada saludables y trastornos serios. Y que los rangos de población más joven son los más vulnerables y más permeables a las opiniones públicas. Recordemos que famosas como Demi Lovato, Hilary Duff o Lady Gaga sufrieron en su adolescencia enfermedades como la anorexia o bulimia; dos de ellas eran, por aquel entonces, estrellas Disney sometidas al escrutinio público y a constantes opiniones sobre su aspecto.

Pero además aquí influye también el factor humano. ¿Qué clase de persona es capaz de dirigir esos dardos envenenados a niñas? Porque ya no es criticarnos de iguales a iguales, de manera que nos podamos defender sino que hay gente que dedica su tiempo (y dinero) a promover la gordofobia en niñas que aún ni han desarrollado sus cuerpos. Y disfrazándolo siempre de preocupación por la salud. Que es verdad, la obesidad infantil es un problema creciente, pero, ¿de verdad, estos dardos se dirigen como muestra de preocupación o son otro reflejo más de que vivimos en una sociedad a la que hasta el cuerpo de una niña ofende si se sale de los cánones establecidos?

Sinceramente, aunque siempre intento ver la vida con esas súper gafas, siento que hoy uno de los cristales se me ha rayado un poquito. Y que si me miro al espejo me parezco un poco más a Hades de lo que me gustaría.

 

Marta Álvarez