Un día estás en la piscina con tus amigos haciéndoos aguadillas y, de repente… Te encuentras cronometrando el tiempo de la última vez que te diste crema.
Y me cuesta reconocerlo, lo niego y negaré, disimulo por no darme por aludida pero… Las cosas son como son… Y, aunque me pese, ya no tengo 20 años.
Soy una gran defensora de que la edad es un estado mental, que la actitud es lo importante, que la vida que elegimos y como vivirla no depende del año de nacimiento pero… Hay cosas que se notan (y mucho).
Antes no miraba el reloj a la hora de irme a la cama… Y, de repente, tengo programadas dos alarmas: con la hora de despertarme y la de acostarme.
Hace unos años, con tal de estar y no perderme nada, podía hacer botellón con ron de marca blanca hasta el amanecer en una noche de febrero en Ávila…. De repente, me mosqueo si no me limpian la mesa antes de sentarme a tomar un cóctel en la terraza del chiringuito (porque lo de estar de pie ya ni nos lo planteamos).
Hubo un tiempo en el que podía empalmar la noche de juerga, ir a clase y terminar de vermú torero en la cafetería y seguir mientras hubiera monedas en el bolsillo… De repente, pongo alguna excusa después de una comida para poder ir a casa y echar una cabezada si también hay plan de noche. Eso o a las 7 de la tarde seré un zombie.
El ir a pasar el día al monte era una de las mejores formas de hacer ejercicio y, además de subir una buena cima, comer tortilla y latas de mejillones, beber de la bota de vino… Todo rematando con una buena juerga entre todos esa misma noche tal cual llegábamos. De repente hay que mirar la dificultad de la ruta muy mucho y asegurar la comida de buena chuleta para arriba. Y por la noche… Pijama y manta.
Así podríamos seguir con muchos ejemplos más pero como he dicho antes la juventud es un estado mental y yo aún lo soy ¡Y mucho! Aunque… De repente…
@sandecesbybertabo