¿DÓNDE ESTÁ MI MANUAL PARA LA VIDA ADULTA?

 

De pequeña era un poco Monica Geller. Cuando apenas levantaba un palmo del suelo me podía pasar horas fregando el culo de esa sartén que los adultos ya habían dado por perdida. Me gustaba que todo estuviese ordenado y limpio, es más, lo necesitaba.

Fui creciendo y, ya sin ser tan fan de la pulcritud, me encargaba de gran parte de las tareas del hogar familiar. Ponía lavadoras, planchaba, limpiaba baño, polvo, cocina y suelos… Dominé a la perfección las tareas de un adulto funcional durante mi niñez y adolescencia.

Me independicé de manera temprana a la vez que empezaba la carrera, a una casita tan destartalada que lo de limpiar parecía nunca ser suficiente: no había limpieza que sacase ese zulo a flote. Creo que ahí llegó el principio del fin: Monica Geller se empezaba a transformar en Joey Tribbiani con tal de no sufrir un infarto a cada momento.

Desde entonces no sé dónde me han escondido el manual para la vida adulta, se me rompió esa brújula interna que te dice cuándo y qué tienes que limpiar, comprar y cocinar para que tu vida no se hunda en un completo caos. A esto se le suma que una es autónoma y pasa más horas en el despacho que en cualquier otro lugar.

Sea por lo que sea, estos son algunos aspectos de la adultez que, cuanto más adulta me hago, más escapan de mi control:

La limpieza: necesito una masterclass de madre para saber cómo leches se mantiene una casa limpia. O me paso el fin de semana limpiando y odiando mi existencia, o mi casa nunca está tan limpia como las del resto de gente. Que yo entiendo que cuando alguien te visita, te pegas la limpiada del siglo y parece que vivas en la impolutez. Quizás es eso lo que pasa en la casa de la gente y yo estoy aquí agobiándome a lo tonto, pero de verdad que necesito el manual de qué y cuándo limpiar.

¿Cuándo se limpian las paredes del baño y la cocina? ¿Cuántas veces al año se hace una limpieza a fondo? ¿Cada cuánto hay que mover los muebles para limpiar bien el polvo? ¿Y las ventanas? ¿Y los sujetadores? Incógnitas, queridas. Yo creo que nadie sabe bien cuándo hacer estas cosas.

La alimentación: la teoría está clara, cocina el domingo para toda la semana y bla, bla, bla. Pero, en serio, ¿os da tiempo? Yo el domingo solo tengo ganas de morirme y resucitar al viernes siguiente. ¿De dónde sacáis las fuerzas y el tiempo para cocinar y alimentaros decentemente? Si para algo quiero de verdad ser rica es para tener a alguien que me cocine en condiciones cada comida de cada día del año. 

 

Socializar: por no hablar de la socialización. Hay veces que tengo el cerebro tan saturado que ya hasta me olvido de cómo interactuar con otras personas sin parecer una pirada. Cuando te preguntan que cómo estás, toda persona con el manual de la vida adulta sabe que solo hay que responder un simple y llano “bien, ¿y tú?”. Es lo único que se espera de nosotras, pero ya os he dicho que mi manual está desaparecido y mi brújula interna rota, así que a mí a menudo se me olvida esta norma y le digo a la gente cómo estoy de verdad. ¡Y al momento de hacerlo me doy cuenta de que en verdad les importa una mierda! Por favor, que alguien me deje fotocopiarme su manual para dejar de hacer el ridículo. Gracias.

El deporte: con el deporte me pasa lo mismo que con lo de alimentarme. La teoría está clara: “haz deporte porque amas tu cuerpo, no porque lo odies”. Aquí se nota la falta del manual de dos formas. La primera, porque muchas veces se me olvida que el deporte se hace para sentirte bien y no para adelgazar, así que acabo odiándolo y odiando mi cuerpo de nuevo. La segunda es que a veces, como no tengo el manual, no sé en qué rincón de la casa se guardan las ganas de hacer deporte. De verdad, ya he buscado por todos los sitios y siguen sin aparecer, si alguien las encuentra que me las envíe junto a una copia del manual. También se aceptan madres, que ellas siempre lo encuentran todo. 

 

El descanso y los horarios: quizás las ganas de hacer deporte se escondan tras este grave problema, tengo demasiado sueño acumulado. Yo no sé cómo lo hago, pero llevo años cenando demasiado tarde y acostándome más allá de la 1 de la mañana. Intento con todas mis fuerzas que esto no me pase, pero la historia se repite cada día. ¿Dónde han quedado las enseñanzas de los Lunnis? No sé lo que es acostarse pronto y levantarse descansada al día siguiente, sed buena gente y pasadme aunque sea este capítulo del manual, lo necesito por encima de todo.

 

Tengo la impresión de que desde que soy adulta mi vida se ha convertido en una carrera de obstáculos en la que yo participo con un traje de sumo rollo Humor Amarillo. No sé lo que hago en casi ningún momento, pero sigo avanzando como pollo sin cabeza a ver si llego ya a la meta. ¿Alguien sabe si el modo fácil de la vida llega en algún momento o si ya nos lo hemos pasado? No sé, a lo mejor la respuesta está también en ese manual de la vida adulta que tanto echo de menos, ¡ya me decís!

Desdudándonos