La vida es así, cuando te crees que eres tú quien va a dar una sorpresa, te la dan a ti como si fuera un bumerán.
Me he enterado hace poco de que estoy embarazada y tenía muchísimas ganas de volver a estarlo. Tengo un nene de 5 años y me apetecía repetir la experiencia. Ni el embarazo ni el parto fueron una maravilla, pero cuando veo a mi hijo, sé que es lo mejor que he hecho, incluso cuando me contesta.
Cuando nos enteramos de que venía otro peque de camino, le preparamos a nuestro futuro hijo mayor una tarde chula para darle la sorpresa. Mi marido y yo estábamos emocionados, pero nos soltó una respuesta cortante que todavía estamos digiriendo.
‘-Cariño, los papás tienen una sorpresa’
-¿Es un gatito?
– No cariño, mamá está embarazada de un hermanito o hermanita.
-¿Pero es un gatito?
– No cariño, mamá no puede quedarse embarazada de gatitos.
-No lo veo mamá. Cuidar de un gatito es fácil, pero de un niño no.’
Esta fue nuestra pasmosa conversación. Mi hijo deseó durante unos segundos que hubiera sido zoofílica y dentro tuviera un bebé gatuno en lugar de un bebé humano.
No tengo ni idea de dónde lo ha sacado, pero él lo argumentó a la perfección.
‘Un maullido no molesta tanto como un niño llorando. Con un gatito juegas, no tienes que cambiar pañales y es más fácil tenerlo contento.’
No le podemos quitar razón a la criatura, pero entre las hormonas y que yo me pensaba que iba a reaccionar de otra manera, he estado bastante choff con el tema.
Desde ese día, me toca la barriga todos los días mientras dice que está contento de tener un hermanito, pero un gatito siempre es una mejor opción.
Nos hemos planteado adoptar uno para cumplir sus deseos, porque está muy pesado con el tema. Lo que pasa es que, si lo hacemos, ignorará cuando nazca el bebé no felino que estoy gestando, porque es demasiada complicación para él.
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Anónimo
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