Antes de nada, quiero que conste en acta que los consejos que se recogen a continuación derivan de mi experiencia personal como antigua derrochadora despreocupada, aficionada a la lectura, el cine y a comer fuera de casa; que se ha reconvertido en una mujer adulta con dos hijos, una hipoteca, un hámster y una reducción de jornada.

Si los caminos del señor son inescrutables, los de los millenials de la España actual no te digo nada.

Y aunque una servidora puede tener cierta tendencia al despilfarro y al caos, no está la cosa como para no andarse con cuidadito en lo que a gastos se refiere.

Con el kilovatio/hora batiendo récords históricos cada día, la gasolina a precio de tinta de impresora y el gas que ni que lo extrajeran del culo del último unicornio… Toca controlarse y apretarse un poco el cinturón.

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No obstante, aviso también que no hay trucos secretos ni conjuros mágicos con los que conseguir que nos caigan los euros de las cejas o que no se mueva la aguja del contador.

Es más fácil que eso, porque se trata simplemente de tirar de sentido común y de viejas y buenas prácticas que se han ido perdiendo.

Os cuento algunas cosillas que me han funcionado a mí:

 

  • ¿DE VERDAD LO NECESITO/NECESITAMOS? Y el premio a la obviedad del mes es para… ¡Mí! Ya. Sé que parece de cajón, pero no siempre lo aplicamos. El que nunca se haya dejado los cuartos en algo que realmente no necesitaba para nada, que tire la primera piedra. No importa si se trata de algo caro o barato, ropa o alimento. Antes de meterlo en el carro, preguntémonos si de verdad lo necesitamos.

  • LA LISTA DE LA COMPRA. Es un clásico y por algo será. A la compra se va con lista y sin hambre. Es una ley universal. Y si puedes permitirte el lujo de ir al super sin niños, mejor que mejor. Los peques lo piden todo, ya sean juguetes, galletas en cajas con dibujos de sus personajes favoritos o una malla de naranjas para arrancarles las pegatinas. Lo suyo es explicarles por qué no vas a comprar esos cereales que traen unos cromos de regalo y que ni siquiera les gustan. Pero la paciencia tiene un límite, los supermercados cámaras y en algo vas a acabar cayendo porque no quieres hacerte viral.

 

Mira, en este super el pescado está ‘tirao’. Jajaja. ‘Tirao’, jajaja. Ya paro.
  • BABY/NIÑOS/CRIANÇAS. Muchos productos ‘específicos’ para bebés o niños tienen un homólogo más barato apto para cualquier edad. Es evidente que hay cosas que tenemos que comprar sí o sí. Pero en muchos casos esa etiqueta de baby/niños/crianças no es más que una excusa para incrementar el precio.

 

  • MENÚS SEMANALES. Que sí, que es un peñazo, que no tienes tiempo, que te da pereza, lo sé. Todos tus argumentos en contra del planteamiento de menús semanales los he esgrimido yo en alguna ocasión. En cambio, durante aquellas semanas que pasamos encerrados en casa y tratando de salir a la compra lo menos posible, me di cuenta de que no solo no es tan complicado, sino que es un arma de ‘ahorración’ masiva. Compras lo justo y necesario, no tiras nada y, como bonus, no tienes que ponerte a pensar cada día qué haces de cenar, porque ya lo has planificado previamente. Soy muy fan del menú semanal.

  • AQUÍ NO SE TIRAN LAS SOBRAS. Yo solía ir de sobrada, valga la redundancia. En mi casa terminábamos de comer y lo que sobraba se iba al cubo de la basura. No, no. Si tú haces lo mismo, ¡muy mal! Hay platos que se pueden congelar perfectamente. Otros que aguantan días en la nevera y se pueden recalentar sin problema. La nueva y ahorradora yo a veces se sienta con su familia a cenar y observa con suficiencia que cada uno tiene delante un plato de sobras diferente. Y no pasa nada. Invierte en tuppers y no tires comida. Tu cuenta corriente te lo agradecerá.

 

  • EL PICNIC. Los niños necesitan comer varias veces al día, esto es así. Da igual si están en casa o fuera. Así que es importante que no te pillen desprevenida porque no siempre vas a tener un ultramarinos cerca para ir a comprarles un plátano y unas lonchas de pavo y terminarás por pillarles cualquier cosilla mucho menos nutritiva y mucho más cara. Procura ser previsora y llevar siempre la merienda de casa. Te ahorrarás un tiempo y un dinero preciosos.

  • QUE VUELVAN LAS RODILLERAS. Lo de la ropa de los niños merece su propio post. Voy a intentar resumirlo en dos palabras RODI-LLERAS. No, en serio. Puntaditas en los pequeños rotos, rodilleras a cascoporro, un par de conjuntos y zapatos decentes para los domingos y que rule la ropa de los hijos de tus amigos. Este último punto es vital. Todo lo que quede aprovechable de un niño para otro, debe ser pasado al siguiente. Larga vida a las camisetas que han sobrevivido toda la temporada sin esas manchas que no salen con nada y a los chandals que terminaron el curso sin rodilleras. Economía circular textil.

 

  • REBAJAS. Los niños crecen muy rápido y raramente usan la ropa más de una temporada, por lo que hay que aprovechar las últimas rebajas, los saldos más brutales, para revolver en los cajones y hacerse con esas prendas a euro, señooooooooraaaa. Con cabeza, o no valdrá de nada. Es el momento de comprar camisetas, chandals y demás prendas básicas de una talla más de la que lleve tu hijo. Compra a finales de verano el bañador que le pondrás el que viene.

 

Hasta aquí este especial de ‘Economía familiar cuando tienes hijos: qué es lo que mejor me ha funcionado a mí’.

Y tú, ¿quieres compartir qué es lo que te funciona a ti?

 

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