Esto no se trata de “superprotección” ni de “ser exagerada”. La cuestión de exponer a menores en redes sociales es un tema legítimo, y no faltan perspectivas interesantes sobre el asunto. Estoy abierta a un debate respetuoso y tolerante con cualquier padre o madre que desee discutirlo. Sin embargo, en el colegio de mi hija no existe ni respeto ni tolerancia, y mucho menos debate. Allí, solo hay dos opciones: ceder la imagen de nuestros hijos o aceptar que serán discriminados abiertamente.

La imposición de la imagen en redes

Al inicio de curso, la maestra de mi hija nos entrega una autorización para que el centro escolar utilice las fotografías de los niños. Estas imágenes no solo alimentan sus redes sociales, sino también su web, e incluso se usan en flyers y carteles promocionales. Desde mi perspectiva, es algo completamente inapropiado. Entiendo el valor de compartir imágenes para mantener a las familias informadas sobre el trabajo en el aula, las actividades y los progresos de nuestros hijos, su día a día en definitiva. Me gusta recibir notificaciones de la aplicación de clase y ser testigo de los pequeños avances de mi hija con sus compañeros; peeeero, no veo adecuado que, por ejemplo, su poema en el Día de la Mujer sea usado de manera pública.

Las familias firman el consentimiento casi por inercia, y así es como he terminado quedándome sola en mi lucha por preservar la privacidad de los niños. Soy vista como una especie de “bicho raro”, la “loca del coño”. Incluso, el director ha llegado a expresar lástima por mi hija debido a mi postura “retrógrada” y, según sus propias palabras, “alejada del siglo en el que vivimos”.

Discriminación y represalias

Esto va más allá de un ataque personal hacia mí, que, honestamente, ni me quita el sueño ni me afecta en lo más mínimo. El verdadero problema es que la represalia del colegio por mi decisión está afectando la convivencia de mi hija con su clase. Comentarios como “tú, fuera de la foto, que tu madre no quiere que salgas” o “lo siento, no puedes participar porque el vídeo lo vamos a subir a redes” se han vuelto parte de su día a día. ¿Acaso debo ceder para evitar que ella sea discriminada por adultos? Están fomentando el acoso, y ya hay compañeros que evitan sentarse con ella porque, de lo contrario, no podrán salir en la foto que sus abuelas esperan ver en Facebook. Ni sus abuelas ni, peor aún, cualquiera que pueda acceder a esas imágenes.

La presión se ha vuelto constante y diaria, llegando al surrealista extremo de que ni siquiera le permiten ensayar para la función de Navidad, argumentando que, como no participará, no es necesario que lo haga. Poco a poco, las amenazas han ido aumentando, lo que me ha llevado a investigar la legalidad de este comportamiento. Tras recopilar pruebas y revisar la normativa escolar, confirmé que estas acciones violan la Ley de Protección de Datos y el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), que garantizan el derecho de los padres a decidir sobre el uso de la imagen de sus hijos menores.

 

Presenté una queja formal a través del AMPA, que fue ignorada. En este momento, he llevado la situación ante el Defensor del Pueblo, quien me ha informado de que contamos con una base sólida para alcanzar una resolución favorable, aunque también me ha recomendado no descartar la vía judicial.

Tolerancia vs dictadura

Por supuesto que estoy considerando cambiar de centro el próximo curso, pero mientras tanto quiero alzar la voz, hacer valer mi derecho y que mi hija pueda despedirse de sus compañeros y del colegio que ha sido su segundo hogar. Es una pena que se vea obligada a abandonar un centro a pocos metros de casa simplemente porque no son capaces de respetar una decisión legítima. ¿Qué ejemplo les estamos dando a los niños? ¿Una lección de tolerancia o una dictadura?

 

Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real.