El drama de volver a casa de tus padres después de un tiempo viviendo sola es real. Llevas años a tu aire y ahora de repente te suenan a chino todas las normas que había en tu casa. Has terminado la universidad, te has quedado sin curro o sin pelas y no queda otra opción que hacer las maletas y volver a comer sopa de mamá.

Puede que al principio no lo notes tanto; tus padres están encantados de volver a tenerte bajo sus alas y claro, te hacen comiditas ricas, te dejan a tu aire porque: pobre la niña que está de bajón; pero poco a poco la cosa se va torciendo y la idea de levantarte a las 5 de la tarde y comer pizza viendo Netflix un miércoles regloso es cada vez más lejana.

Los primeros síntomas de drama suelen pasar desapercibidos; tu madre empieza a preocuparse porque te levantas tarde, te llama para ver si vas a ir a cenar o te comenta sutilmente que ha hecho pollo en salsa y lo ha tenido que tirar porque claro, a ti no te apetecía.

Si a tu depresión post vida maravillosa e independiente que tenías le unimos las normas que creías haber olvidado puede que entres en un bucle de ostracismo maravilloso del que jamás creerás salir.

Pero amiga, de todo sale. Todo tiene remedio en la vida menos la muerte, que decía mi abuela. Vale, ya no puedes trajinarte a Pepito o a Menganito cada noche en una cómoda cama y probablemente tengas que volver a hacer uso del coche o en el peor de los casos, de los matorrales de tu pueblo; pero chica… qué le vamos a hacer. A todo se acostumbra uno.

Vale, sí, ya sé que lo que peor llevas es lo de no tener intimidad ni para rascarte el chichi; y los horarios, los malditos horarios que te traen por el camino de la amargura, pero piensa que a ellos también les ha vuelto a cambiar la vida. Que como dice el refrán: ojos que no ven, corazón que no siente y que si ahora te tienen en casa es normal que se preocupen más por ti. Ya no vale lo de: estoy tomando algo con (inserte nombre de una amiga que conoce tu madre) y que la realidad sea que llevas 3 días sin pisar tu piso de 25m² de Malasaña porque “se ha complicado la cosa”.

Mi consejo: habla con ellos. Pon de tu parte, entiéndelos y cuéntales cómo te sientes. Piensa también, que aunque te joda, es su casa y son sus normas y que “cuando seas padre, comerás huevos”; esto es así aquí y en la China Popular.

Puede que ellos no se estén dando cuenta de que necesitas tu espacio y que te has acostumbrado a una nueva vida pero tampoco es justo que de repente se conviertan en tus sirvientes y hagan y deshagan a tu antojo. Intenta evitar enfrentamientos por cosas absurdas y piensa que quizá ellos no saben hacerlo de otra manera o que lo hacen por tu bien por mucho que te cueste creerlo. En el fondo eres tú la que te has vuelto a unir a su tipo de vida, ellos no tienen porque cambiar sus rutinas porque a ti te de la gana.

Es cierto que hay padres y padres y que yo tuve la suerte más maravillosa del mundo mundial con los míos, pero ten paciencia. Si son unos padres normales y corrientes entenderán tu situación y poco a poco las aguas se irán calmando; es todo cuestión de volver a acomodarse. En el fondo todo aquello que te jode no es para tanto. 

Cuando pase el tiempo y lo veas con perspectiva te arrepentirás de no haber pasado más tiempo con ellos, de no haber acompañado a tu madre todos y cada uno de los días que ha ido a hacer recados; de no haber escuchado por enésima vez el chiste de tu padre; de no haber compartido cañas con tu hermano filosofando acerca de la vida.

Hacer la cama es un coñazo, lo sé; pero nadie se ha muerto de eso.