EL SUPERMERCADO ME CONVIERTE EN UNA SENORA

¿Cuándo os convertisteis vosotras en señoras? ¿Os convertisteis, de repente, en señoras y ya es así para siempre, o solo os sentís señoras a ratos?

Hablándolo con mis amigas, unas se convirtieron en señoras cuando se vieron en casa con la bata y el pelo lleno de rulos haciendo la cena. Otras, se sintieron señoras cuando fueron a la primera reunión de padres del cole.

En mi caso, me siento señora cuando voy al supermercado. Mas específicamente, me sentí señora por primera vez cuando me saqué la tarjeta cliente del supermercado.

Hasta entonces, yo era casi una adolescente (a mis treinta años sí, porque lo importante es como te sientes tú, y yo me sentía adolescente).

Iba al supermercado casi a diario, a comprar la comida/cena dependiendo de lo que me apetecía comer en el momento. ¿Me apetece pizza y chocolate? Pues pizza y chocolate, ¿quién dice que eso no es una dieta equilibrada? Y compraba así, a lo loco, como una hippie, sin preocuparme de las ofertas que pudiera perderme por no tener tarjeta de puntos. Viviendo el día a día, como si el dinero creciera en los árboles.

Un día, cuando me fui a vivir con mi pareja, me dijo, ¿y si nos sacamos la tarjeta de puntos del supermercado? Y la pedimos. Y ahí, parece ser que murió una parte de mi juventud.

Desde ese día, cada vez que voy al supermercado me convierto radicalmente en lo que consideramos una señora.

Voy mirando todas y cada una de las ofertas que hay, voy comparando distintos tamaños de botes para encontrar la mejor calidad/precio, miro los carritos de la compra que solo contienen pizza y chocolate con reprobación…estoy convencida de que me cambia hasta la voz.

Y no puedo evitarlo. De repente, me veo a mi misma pidiendo el turno en la carnicería, comentando con el pescatero lo caro que se ha puesto el salmón, y haciendo fila en la caja (porque soy una señora, no usamos la caja amiga porque no nos aclaramos con estas nuevas tecnologías del demonio) murmurando por lo bajini “esta juventud no respeta nada”.

A todo esto, hay que añadirle mi carrito de la compra, ya que voy andando y aprovecho a pasar por varios supermercados para poder comparar mas ofertas. Hasta voy con una lista que dice qué debo comprar en cada uno.

Una vez salgo del supermercado se me pasa, y vuelvo a ser yo misma. Pero como me daba miedo la señora en la que me convertía, me he retirado de las labores compriles por una temporada, dejando a mi maridillo al cargo.

Algún día, cuando acepte mi nueva condición de señora, iré al super por la puerta grande: con mi abrigo de visón (sintético), y mi collar de perlas. Y si llueve, hasta con mi bolsa en la cabeza.

Andrea.