Toda millenial o antemillenial que niegue haber crecido rodeada de princesas Disney miente descaradamente.
Y si eras de las que por su cumple se pedían una equipación de fútbol, te jodías porque las tenías hasta en la sopa y era lo que había.
¿Qué salón no tenía una balda atiborrada de carátulas de VHS entre las que destacaban La Bella Durmiente, Aladdin, El Rey León, Cenicienta o La Sirenita?

Niñez en los 90 equivale a haber vivido el auge de los cuentos tradicionales infantiles convertidos en película de Disney. Y sí, el sello Disney, con todos sus números musicales varios y finales felices, es una pasada. Pero detrás de todos esos palacios, vestidos y conversaciones con pajaritos, ¿cuál era el mensaje que nos metían en vena?

Una señora que manda matar a su hijastra porque es más guapa que ella y traer su corazón en un cofre.
Una joven dormida bajo un potente hechizo a la que un maromo desconocido besa sin permiso. Una chavala que vende su voz por poder conquistar al chico que le gusta y que acaba casada a los 16 años.
Un príncipe se enamora tantísimo de una tía como para casarse con ella y hacerla reina, pero sólo puede reconocerla por su talla de zapato.

Un medio jabalí y medio humano rapta a una pobre indefensa para obligarla a que se enamore de él y así acabar con el castigo que le han puesto por maleducado.

@blancapulla

Pensadlo fríamente, churris. Semejantes argumentos hoy en día mandarían a freír monas a la productora. Ahora los catálogos de juguetes muestran a un niño jugando con una cocinita y a una niña con una grúa. Se habla de heterogeneidad, inclusión, igualdad y empezamos a no extrañarnos de que un niño se disfrace de Elsa y no de Batman.

El mensaje para nuestras niñas está cambiando y así debe ser: Niñas, sois fuertes, inteligentes y tan válidas como cualquier hombre. En vez de esperar a que un caballero venga a rescataros, bajad vosotras de la maldita torre. Quitaos ese vestido que no os deja ni respirar y no dejéis que nadie decida por vosotras.

La factoría Disney se ha marcado unos cuantos tantos con sus últimas creaciones: Brave, Shrek, Inside Out… Contado historias de mujeres fuertes y decididas. Pero el último as que tenían en la manga y que poca gente se esperaba es reescribir algunos de sus títulos más famosos alterando pequeños detalles que corrigen el mensaje original. Y ésto es lo que han hecho con su último estreno, Aladdin.

Si no habéis ido a verla, id sin dudarlo. Llevad a vuestros niños. Es una delicia a nivel gráfico (qué paisajes, qué desierto, qué palacio, qué efectos…) y bastante respetuosa con el guión original. Cantad como locas todas las canciones, morid de risa con el papelón de Will Smith de genio de la lámpara (¡soberbio!), pero sobretodo, conoced a una nueva Jasmine.

Una que no sueña con casarse por amor y no por obligación, sino que se niega a tener un marido que herede su reino. Una que pasa de un príncipe guapo y rico porque no le conectan bien las neuronas. Una princesa con cultura y estudios, preocupada por el futuro de su pueblo y empeñada en cambiar la ley que la obliga a casarse para así ocupar el lugar que le corresponde como heredera y legítima sultana.

 

Dios, me muero de ganas de que se estrene El Rey León.