Si estás buscando trabajo activamente y te llaman de vez en cuando para hacer una entrevista, te sabrás ya de memoria las pregunta típicas:

—Cuéntame de ti, ¿qué has hecho?, ¿en qué has trabajado? —eh… oiga, señora, se podría haber leído mi currículum al menos, con lo bonico que lo he dejado.

—¿Por qué quieres cambiar de sector? —cuando se da el caso.

—¿Por qué quieres trabajar aquí? —porque tengo la manía de comer todos los días… ah, me dicen por el pinganillo que no es una respuesta adecuada.

—Dime tres virtudes —¿tres?, ¿tantas?

—Dime tres defectos—¿solo tres?

—¿Por qué tenemos que elegirte a ti? —porque tengo hambre… ay, no.

—¿Qué puedes aportar? —hambre.

Y quizá te pregunten por el nivel de inglés. Si el puesto necesita que se hable inglés con asiduidad, igual te hacen algunas preguntas en el idioma. Hasta aquí os suena todo, supongo. Pues bien, las entrevistas no siempre son así, a veces son un locurón que ni si te haces la ruta del Bakalao en su época dorada. 

Si vas a usar una herramienta concreta y te han pedido que sepas manejarla y tú, en toda tu honestidad —o flipe, depende— te has presentado diciendo que la conoces bien… pues igual te pueden hacer pruebas para saber hasta qué punto es verdad. Vale, es comprensible. Si vas a necesitar el inglés porque vas a trabajar con personas de otros países, también es comprensible que te entrevisten en el idioma en cuestión. A partir de ahí, ya…

Tuve una época muy fuerte de entrevistas hace unos años. En general, entraban más o menos en la norma. Siempre he trabajado con personas de otros países, por lo que el inglés y otros idiomas han sido imprescindibles y decisivos. Por lo tanto, ya sabía que tenía el «peligro» de que me hicieran preguntas en inglés en mitad de la entrevista, y eso me tenía siempre en tensión porque mi nivel de speaking no era lo suficientemente bueno en aquella época, o eso creía yo.

Sin embargo, la primera vez que me pasó, me di cuenta de que el entrevistador, o entrevistadora en la mayoría de los casos, tenía menos nivel que yo. Y esto sucedió una y otra y otra vez… Todas llevaban un par de preguntas preparadas y cometían unos errores terribles gramaticalmente hablando. A partir de entonces, y cuando mi inglés ya era más que decente, esa parte dejó de asustarme… hasta que llegaron las entrevistas… diferentes…

Una vez, una entrevistadora me hizo unas preguntas en un inglés espantoso, pero no quitó la cara de satisfacción consigo misma en ningún momento. Desde entonces, tengo la teoría de que poner cara de seguridad extrema te hace ganar puntos en la vida en cualquier circunstancia, pero no porque realmente seas bueno, sino porque confundes al que tienes delante y no sabe qué pensar.

Bueno, que me lío. Aquella mujer, no contenta con su pseudoinglés, me dijo «yo no hablo italiano, pero lo entiendo (si me dieran un euro por cada vez que he oído esa frase…), así que yo te voy a hacer preguntas y tú vas a responder en italiano».

Traté de disimular porque mi cara debía de ser un poema. Y así hicimos: la señora me hizo varias preguntas y yo hablé en italiano, y ella siguió con su cara de autosatisfacción. Yo sabía perfectamente que no se había enterado ni de la mitad, pero ella asentía con la cabeza y no cambiaba su expresión. Aquello solo fue una tapita, los platos fuertes llegaron en otras entrevistas.

Hubo un par de empresas que me hicieron más pruebas que a un ministro —ay, qué tontería acabo de decir—. Con lo barato que está el despido en España, ¡pruébame durante un tiempo y luego ya verás si te funciono, pero no me hagas sufrir tanto! Tuve que pasar como cinco entrevistas, exámenes escritos en varios idiomas, entrevistas completas con nativos de distintos países, horas y horas haciendo pruebas… para no cobrar ni mil euros, eso sí. Ahí fue cuando empezaron a plantearme preguntas que se salían de mi esquema mental, como:

—¿Qué harías si sucediese tal cosa con un cliente?

—¿Eres más líder o más compañero? —¿qué?

—Cuéntame un conflicto que has sabido resolver —cuando dejé de mearme en la cama fue todo un éxito.

—¿Te gusta trabajar en equipo? —nunca he sabido qué se supone que hay que responder aquí, ¿sí?, ¿no?, ¿odio a la gente?

Un día, me entrevistaron dos señores que se pasaron más de una hora hablándome de las que iban a ser mis obligaciones y de todo lo que se esperaba de mí. Prácticamente no me preguntaron nada, simplemente me explicaron con tono chulesco que tendría que tener un móvil activo 24 horas, que ahí se sabía cuándo se entraba, pero no cuándo se salía y que me olvidara de irme de relax al monte. Todo ello también por menos de mil euros. La única pregunta que me hicieron fue si me interesaba. Salí de allí echando chispas por los pies.

A medida que fue pasando el tiempo, las entrevistas se convirtieron en más y más rocambolescas… ¿será que las personas encargadas de selección en las empresas se aburren de hacer las mismas preguntas o pruebas?, ¿se estará poniendo demasiado de moda la pseudopsicología puesta en práctica por personas que no son psicólogos?, ¿se estará copiando a las multinacionales americanas sin saber para qué?, ¿se nos estará yendo un poquito la pinza?

Una vez tuve que hacer pruebas de varias herramientas, redacción y corrección al mismo tiempo que me interrumpían hablándome en varios idiomas o me hacían preguntas trascendentales. Después del calvario, en el que un montón de ojos me observaban, tuve que participar en un role play de un cliente cabreado quejándose de cosas de las que no tenía ni idea. Pero oiga, no se puede perder la sonrisa, no sea que parezcas una siesa.

Luego vinieron las pruebas que ya no hay por dónde agarrar, como «haz lo que quieras con los objetos de esta habitación e incluso con las personas». ¿Podría haber tratado a las personas como objetos? Vaya, no se me ocurrió en ese momento. O «toma este papel y haz lo que se te ocurra», «haznos una presentación de lo que quieras», «¿qué te inspira este objeto?», siempre con varios pares de ojos observando e incluso interrumpiendo. ¿Estrés?, ¿alguien ha dicho estrés?

Todas hemos pasado por entrevistas que han ido mejor o peor, en las que hemos sentido más feeling o menos, en las que hemos fluido o no, o entrevistas que se han pasado de la raya porque las preguntas han llegado a ser inadecuadas.

Pero, querida, si te encuentras en alguna de las situaciones descritas anteriormente o incluso más grotescas, siempre que no se te falte al respeto, intenta vaciar tu mente y tirar de improvisación lo mejor que puedas. No sabemos si están buscando causarte estrés, provocar que tengas que tomar decisiones inesperadas o si quieren tener historias con las que reírse en la comida de Navidad.

Sé tú misma, saca tu mejor cara y lo demás será si tiene que ser. Y, si después de haber montado todo el espectáculo, no te contratan, hazte un avioncito con el papel y te lo llevas puesto. A veces las cosas no dependen de ti, porque algunas entrevistas de trabajo parecen de psiquiátrico.

Asatsuyu