Yo sé que esto es muy típico, pero es que estoy hasta los coj**** de la gente, y cada día más.

Las amistades, por lo general, no me han durado mucho: el amigo que era amigo hasta que vio que no me gustaba, la amiga dependiente de los hombres que en cuanto aparecía un pene dejaba de existir, la amiga que me robaba los ligues, la amiga tóxica con problemas de autoestima de la que tuve que alejarme, la que va a su puto rollo y se acaba enfriando la amistad….y un sinfín de gente más.

Una va dándole oportunidades a la gente, pensando que bueno, que como hay de todo en la viña del señor pues que esta vez ha sido cuestión de mala suerte. Pero claro, cuando la “mala suerte” se repite 24 veces, pues oye, lo mismo es que no es mala suerte. Lo mismo es que la morralla abunda demasiado y encontrar una persona NORMAL y decente hoy día es como encontrar a alguien que se haya muerto de forma natural en Juego de Tronos.

Es que Dios mío, ¿Por qué es tan difícil? ¿o sólo me lo resulta a mí? Porque a ver, es verdad que yo no me conformo con cualquiera en el sentido de que necesito unas cosas mínimas, pero joder, que se pueda hablar de un poquito de todo con esa persona, que tengamos algunas cositas en común al menos y tal… ¿es mucho pedir? Pues parece que sí.

Si encima le añades la vida adulta, apaga y vámonos, porque la facilidad para conocer gente se merma bastante. 

¿Qué hacemos entonces? Pues yo que sé, abrirnos una app de amistades a ver qué tal. Bumble me dijeron. Pues ahí que fui. ¿El resultado? Bueno, he tenido más matches en Tinder que aquí. Tanto a la hora de decir que sí como a la hora de quedar. La gente entra fuerte con la conversación pero al día siguiente parece que ha perdido el fuelle y lo que sea que fuere se va al garete. Cuando no, la mayoría son chicas extranjeras que están de paso, por lo que tampoco sirve como para algo a largo plazo.

Luego está la poca gente que conoces de casualidad. Lo mismo haces migas con alguien del trabajo o de algún otro sitio, y pasa lo mismo. 

La gente suele poner muy poco interés. Al principio son como los típicos comeorejas: te venden el oro y el moro, te hablan de planes, de invitarte a su casa, de ir a no se dónde y a hacer no se qué. Tu empiezas a creer que por fin has encontrado una persona decente con un mínimo de interés, y lo invitas también a tu casa o a algún plan. Y empiezan las excusas y el post poner planes. Y ya dices bueno, pues ya está, otro que murió en combate. Y efectivamente, no te equivocas, porque ya con tanta experiencia los ves venir.

Y ves a gente subiendo fotos o contándote sus hazañas con su grupo de OCHO amig@s de toda la vida además y dices, tí@, ¿Cómo coño los has conseguido? ¿Capturándolos con una Pokéball? ¿haciendo un ritual satánico? Es que no lo entiendo, a mí me cuesta horrores conocer a un@ solamente que me interese lo bastante y yo a él/a y tú tienes ocho. Ocho. Y desde hace años. Tócate los coj*nes Manuel. 

A veces pienso que esta gente lo que hace es conformarse con lo que haya, da igual si es tóxico o si pasa de su cara, los retiene ahí como buenamente puede para poder ir diciendo que tiene luego ocho amigos de toda la vida y poder echarse una foto para subirla a Instagram y hacerse el rey de lo social. Porque de verdad, es que no me creo que haya podido coincidir con ocho personas válidas, mejores amigos. Es matemáticamente imposible.

En fin, que entre los diversos obstáculos que se presentan y lo poco que vale la gente con la que me he encontrado, he decidido ser una ermitaña social. Yo me meto en mi casita, en mi trabajo y en mis hobbies, y a la gente que le den, de verdad, no puedo más.

Qué pereza de humanidad.

Juana la Cuerda