Esa gente que nace con estilo.

 

Seguro que tú también tienes esa amiga que es elegante desde que nació. Que da igual qué se ponga, cómo lo haga y en qué momento del día, que siempre esta divina. 

Y como diría La Vecina Rubia, si no la tienes, es que eres tú. 

Seguro que sabes de qué personas hablo. 

Esas que a las 8 de la mañana entran por la puerta del trabajo como si se hubieran levantado a las 5 para desayunar, prepararse su mejor outfit, arreglarse y verse totalmente divinas. 

Esas que siempre tienen un pelo perfecto y que cuando les molesta su preciosa cabellera, se hacen un recogido estilo desarreglado que parece hecho por la peluquera más experimentada. 

Esas mujeres que se ponen cualquier vestido y lo lucen como si fueran a desfilar en la Madrid Fashion Week. Pero encima lo hacen sin esfuerzo y de una manera totalmente natural. 

Esas que acaban una clase del gimnasio y continúan exactamente igual de estupendas que cuando llegaron, con su pelo perfecto, su sonrisa perfecta y su ropa perfectamente combinada casi sin una gota de sudor. 

Su grado de sofisticación es así, asquerosamente envidiable. 

Y luego estoy yo. 

Que a las 8 de la mañana llego al trabajo siendo “decente” a duras penas. Que da igual lo pronto que me despierte, que siempre llego con el Rimmel mal puesto y la combinación de ropa más cómoda que he encontrado. 

Que poco importa el tiempo que tarde en peinarme, porque hace 15 años que uso el mismo peinado tras comprobar que domar mi pelo definitivamente no es lo mío. Y que si intento hacerme un recogido estilo despeinado, puedo llegar a parecer la vieja de los gatos de Los Simpsons. 

Que cuando me pongo un vestido elegante para acudir a cualquier evento, me siento totalmente descolocada, con movimientos y posturas que pueden resultar incluso distónicas. Al menos hasta que llevo un par de copas y ahí ya me siento cómoda con lo que me echen.

Yo, que cuando acabo una clase del gimnasio respiro porque es un automatismo, y mi pelo parece una maraña empapada en sudor igual que mi ropa, combinada, pero bastante básica y menos mona que las de ellas. 

He de decir que, con los años, he podido lograr algo de elegancia, sofisticación o como lo queráis llamar. Pero de lejos se nota que soy una impostora y que no he nacido para esto. 

Así que a las que seáis como yo, sólo quiero deciros que no estáis solas. Es más, ganamos por goleada, y ¡qué coño!, ellas nunca sabrán el placer que da tomarte una cervecita en chándal un domingo a la 12 de la mañana, con el Rimmel aún de ayer, tu moño peinado de cualquier manera y riéndote con tus amigos como si fueras una loca. 

@maripluff