Estamos en esa época del año (grito de horror). Se avecina el fin del año y con él la larga lista que nunca cumples de nuevos propósitos. Déjame ayudarte a ahorrarte el mal trago y decirte que no vas a cumplir ni la mitad (o la cuarta parte) de tus propósitos y que el tanga rojo no te va a traer buena suerte, ya te lo digo yo, Puri. Que todos los años de tu vida has ido al mercadillo el día 30 a por el tanga rojo y todavía vives en la precariedad, mi ciela. Así que este año dile no al tanga rojo y a los miles de propósitos que nunca cumples.

¡Que no!, que no pagues la suscripción al gimnasio que después vas dos días y se te pasa la vena fit. Que tampoco pagues a la dietista esa gordofóbica que se empeña en decirte que tu estilo de vida no es saludable cuando tus analíticas son de libro. Que no te compres todos esos libros que quieres leer este año, que después cambias de opinión y prefieres otros y ya la cagaste porque tu sueldo no da para más y se te queda la estantería llena de libros que no quieres leer. Y que no, que el amor de tu vida o lo que sea que es eso no va a llegar este año nuevo o al menos el tanga rojo no te va a ayudar en eso.

En vez de todo esto, te voy a decir lo que tienes que hacer.

Ya tienes experiencia de sobra errando en todos o la mayoría de tus propósitos de año nuevo, por lo que este año vamos a cambiar el chip y vamos a seguir un protocolo nuevo.

DI NO A LOS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO – repite conmigo.

Lo que tienes que hacer es: NADA. Claro que a nosotros los seres humanos nos gustan mucho los finales; bueno, mejor dicho, la romantización estúpida de los finales, y considerar trascedente cualquier nimiedad casual. Que el calendario no es más que una convención sociocultural, chati, que si fueras de otra parte del mundo tu calendario diferiría muchísimo. Así que Puri, mi mejor consejo para ti en este nuevo año que entra es que dejes a un lado los nuevos propósitos los cuales traen más frustraciones que alegrías.

Lo que sí podrías hacer, en cambio, es trabajar e invertir tiempo en ti y en eliminar aquello que pincha, escuece o molesta, trabajar en estar más presente en tu día a día, en aprovechar esos pequeños ratitos de felicidad intermitente haciendo lo que más te gusta o simplemente haciendo nada. Deshacerte, por ejemplo, del sentimiento de culpabilidad intrínseco a la no-productividad. La continua necesidad de sentirte productiva para evitar sentirte una carga social. Está bien parar, reconsiderar, redelimitar, rehacer, resolver… Sobre todo, simplificar.

Esta próxima Noche de Fin de Año a la mierda el tanga rojo y con él los propósitos de Año Nuevo. Créeme, es más sano llevar el coño aireado.

Ana Scobey Garralón