Llega mi cumpleaños, en un mes más o menos debería estar haciendo una tarta, comprando vermú y todas mis amigas cantando eso de cumpleaños feliz. En estas fechas siempre me planteo un evento loco para celebrar por todo lo alto la vida. Pero este año lejos de pensar eso he estado reflexionando mucho.
Y lo que pasa es que este año a mi no me sale de la peineta cumplir un año más. A ver, que sí, que el año ha pasado y es de justicia contarlo. Pero es que a mi este año me ha parecido (como al 90% de la humanidad) una soberana MIERDA. Y no, no me da la gana cumplir un año más sin haberlo disfrutado.
Siendo justos años hay de todos los tipos y colores. Hay años maravillosos en los que todo te va bien, que los disfrutas, que los vives, que “te los follas”. Hay años que son peores, te pasan cosas que te podías haber ahorrado, pero la gracia es que aprendes de ellas. Y si, al final llega el día y lo cuentas, y dices un año más vieja, un año más sabia, un año más.
¿Pero este año?, ¿Qué coño me ha enseñado a mi este año? Solo que si hubiera visto The Walking Dead estaría mucho más preparada para todo lo que ha venido.
A mí que no me vendan la moto, este año me lo han robado y me niego a cumplir nada. A celebrar no, porque a mí un cancaneo me gusta más que una verbena de pueblo (de esas que tampoco ha habido este año).
A mi un año sin festivales, sin viajes, sin playa, sin verbenas, sin citas desastrosas de Tinder, sin pintalabios sin correr, sin correrse sin pintalabios… A mí un año así no me lo descuentan, se pongan como se pongan yo no voy a hacer 36.
Que los años están para comérselos, que a mí encerrada en casa no me han podido ni salir arrugas. No, me niego. Mira, yo no sé tú, pero yo ahora mismo abro un change.org para que, como diría el Sombrerero Loco, este octubre sea un “feliz no cumpleaños”.