Pasan los años y me veo la vida dividida en discos, a veces, en canciones. También en libros, que te trastocan en un determinado momento o en películas con las que tu vida cambia.

Pero luego están las series que, antes de los atracones de Netflix, nos acompañaban de forma pausada. Nos marcaban la época en las que las veíamos. Capítulo a capítulo, semana a semana, las series nos hilvanaban etapas. Tal vez por eso recordemos con un cariño especial las series de la infancia, las que sirvieron de puente entre niñez y adolescencia y las ficciones que nos acompañaron en los primeros pasos de la vida adulta.

Pero hace poco recordé una serie y me despertó una sensación diferente, pero no desconocida: ‘Felicity’. Recordarla me provoca añoranza, nostalgia. Su recuerdo se me coloca en el pecho. No es tristeza, es un recuerdo sereno. Como el que desde hace un tiempo siento cuando recuerdo momentos de hace ya unos años (es lo que tiene cumplir años).

Elena, Felicity, Ben, Julia y Noel.

Y me resulta extraño porque la empecé a ver en un momento en el que era más joven que la protagonista, pero me sentía en parte identificada con ella. Como si viera lo que podría esperarse de una etapa que me llegaría en no mucho tiempo. Y ahora que han pasado años desde ‘Felicity’ (creada por J.J. Abrams, comenzó en 1998 y terminó en 2002), recuerdo los años universitarios de esa chica en Nueva York con una sensación ni triste ni alegre, como esos suspiros que te salen con una sonrisa.

La vida de Felicity (interpretada por Keri Russell), sus cuatro años de universidad divididos en esas cuatro temporadas, nos la contaron en claroscursos. Porque sí, Felicity, te conocimos a ti y a los que te rodeaban, en tonos ocre y amarillo. Como un otoño permanente. Con ritmo calmado, como ella era.

Y luego estaba esa cabecera. ¿Cómo no la vamos a recordar con nostalgia si ya nos presentaban la historia con fotos en blanco y negro? Instantes robados de esos jóvenes, como casi metiéndonos en su vida a escondidas. Foto a foto, mientras sonaba esa canción sin letra, sólo tarareada, que hacía que se quedara en nuestra cabeza mucho más fácil.

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Felicity, contigo no sólo supimos que Amy Jo Johnson también cantaba además de ser la power ranger rosa, ni dudábamos si estabas enamorada de Noel o de Ben. También vimos lo importante que era equivocarte, cambiar de idea en tus estudios, descubrir… Y que lo de cambiar todo por un chico no es buena idea por mucho que saliese en el primer capítulo. No, Felicity, no.

Tampoco olvidaré esa escena, que ya ha pasado a la historia (al menos de esa serie), en la que decías adiós a tu larga melena rizada. Porque era mucho más que eso. Ahí quiero creer Felicity y Keri, la actriz, mandaban un mensaje al mundo. Se transformaban, se liberaban de lo que todo el mundo veía de ellas. Y como el propio personaje decía en esa escena no lo hacía por ningún chico ni por nadie, lo hacía por ella misma.

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«It’s one thing to say you’re gonna let go. It’s another to actually do it. To loosen your grip, to let yourself fall. So when I walked into the haircutting place, I was taking a leap. But I wasn’t doing it for a guy or because of some list. I was doing it for me».

Así que he decidido volver a ver esta serie. Volver a esos años de universidad. Conocer a los personajes en el primer curso y para luego ver cómo han cambiado en el último año.

Y volver ser la confidente de Felicity. Porque sí, esas cintas, esas confesiones grabadas en cinta de cassette, no sólo viajaban por carta hasta California, sino que también iban dirigidos a nosotros. Éramos confidentes además de testigos. De esa vida ya entonces nostálgica. De esa juventud enmarcada en sombras dramáticas. De esa serie de tonos ocre. De la vida de Felicity, perpetuada para siempre en un Nueva York de color otoño.

 

Imágenes: ‘Felicity’ – ABC Studios.