En esta vida hay que tener un poco de autocrítica y reírse de uno mismo y eso es lo que quiero hacer con este texto. Todo surgió cuando estaba con mi mejor amiga tomándome unas cañas y rememorando viejas historias del pasado. Aunque ahora soy una chica formal (o eso intento), cuando era jovencita las lié muy pardas. Me enrollé con tíos cuestionables, follé en lugares en los que es poco recomendable follar y también la cagué, la cagué mucho.

Ahora mismo lo pienso y me rio lo más grande pero hubo una época en lo que algo me acomplejaba mucho: el sabor de mi coño. Que tampoco entiendo yo por qué me acomplejaba si nunca me había untado el dedo y luego lo había probado, pero la adolescencia es así.

Todo surgió porque yo tuve un novio a los 17 años que era bastante gili (por decir algo suave) y me hizo un comentario mega despectivo sobre el olor/sabor de mi coño (o de los coños en general, porque él era virgen por aquel entonces y sólo había catado el mío). Jamás me había preocupado el olor de mi chirri porque no olía a nada raro, pero se ve que el chiquillo era comisquis.

Total, que me rallé mogollón y fui al ginecólogo con mi madre. Obviamente el ginecólogo me dijo que no tenía ninguna infección ni ningún problema, que no me preocupase por esas cosas y que mientras mantuviese una higiene normal no pasaba nada.

El reconcome siguió en mi cabeza y aunque yo no tenía nada raro en mi chirri decidí hacer algo al respecto por agradar a mi novio: ERROR. La mejor idea que se me ocurrió fue ir al supermercado y comprar un lubricante de fresa. Cuando quedaba con mi noviete e intuía que íbamos a darle al tema, yo iba al baño, sacaba el mini bote de lubricante, me ponía un poco en el chirri y pa’ allí que iba.

La primera vez el flipó en colores en plan «BUA TÍA QUÉ TE PASA EN EL COÑO QUE ESTO SABE A FRESAS» y a mí, avergonzada y gilipollas, sólo se me ocurrió decir «sí, jiji, es que he comido fresas«. Pues el muchacho se lo creyó y desde ese día cada vez que me comía el coño decía «uy, hoy has comido fresas». La bola se hizo más grande y yo jamás le confesé que mi secreto para que el coño me supiese a fresas era usar un puto lubricante.

Recuerdo que una vez me dijo «he buscado en google que por qué el coño sabe a fresas cuando comes fresas y más chicos tienen esa misma duda». Yo pensé en silencio que no estaba sola, que había más pringadas como yo que habían sucumbido a la presión y se habían puesto lubricante de fresa en secreto para cambiar su sabor por agradar a un tío. Me hacía sentir mejor. Mal de muchas consuelo de tontas.

Acabé rompiendo con este chico y decidí reconciliarme conmigo misma y con mi vagina. Dejé el lubricante de lado.

Los siguientes tíos con los que me acosté jamás me dijeron nada negativo de mi sabor y me di cuenta de que mi coño no sabía mal, simplemente me había topado con un tío que tenía la lengua muy suelta y con las papilas gustativas atrofiadas.

Y la moraleja de esta historia, queridas amigas de WeLoversize, es que no seáis como yo. Enorgulleceos de vuestro sabor. Imaginaos qué coñazo pasaros un año entero poniéndoos lubricante en el coño disimuladamente para agradar a un tío. Sin duda requiere menos esfuerzo aceptaros a vosotras mismas, os lo digo por experiencia.

 

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]