Gente que se sorprende cuando se enteran de que gano más que mi marido.

Mi marido y yo llevamos muchos años juntos y desde que nos conocemos siempre hemos tenido trabajo estable ambos, pero para mi suerte, a pesar de que ambos hemos estudiado una carrera y tenemos trabajos de más o menos la misma responsabilidad, siempre he cobrado una cantidad de dinero bastante decente y me he movido en cifras mucho más altas que mi marido. Las cifras van cambiando pues nos van subiendo el sueldo a uno u a otro, pero la mayor parte del tiempo he cobrado exactamente el doble que él.

A mi marido esta situación no le incomoda, es más, le gusta. Gracias a mi salario podemos permitirnos viajar y hacer mucho ocio, pues normalmente pago yo todo y él no podría permitírselo. Además, a día de hoy estoy embarazada y estamos pensando en cómo nos organizaremos en el futuro, y hemos tomado la decisión de que él se reducirá la jornada en el trabajo, pues aparte de que por horario nos cuadra más que lo haga él, siendo realistas no es lo mismo que perdamos parte de su sueldo a que perdamos parte del mismo.

Por alguna razón, esta situación parece incomodar a mucha gente de su familia, especialmente mujeres. Cuanto más mayores, más me critican. Recibo multitud de comentarios machistas en los que parece que no está bien visto que yo sea la persona que económicamente mantiene la gran parte de la casa. Ni qué decir cómo me ponen cuando salgo sola con mis amigas, y ya no hablo de salir de fiesta, sino salir simplemente a cenar o quedar a solas con ellas. También me tachan de holgazana por no saber limpiar como ellas, y siendo realista la verdad es que tampoco quiero dedicar mi tiempo a limpiar como hacían ellas cuando tenían mi edad.

Y bueno, lo de la reducción de jornada ya ha sido un tremendo escándalo, ¿cómo va un hombre a salir del trabajo antes para cuidar de sus hijos?

Lo que más gracia me hace de todo esto es que nos hemos criado en familias en las que nuestros padres y abuelos tenían precisamente ese rol que tengo yo a día de hoy, y para todos ellos (y ellas) estaba bien y parece que, si a esta historia la damos la vuelta y la cuenta un hombre, no se ve igual. Yo jamás he visto a mi padre limpiando, eso sí, él condena todos los comportamientos machistas y te da unos discursos que ‘pa’ qué’ sobre feminismo, pero no sabe lo que es una fregona. Ni qué hablar de mi abuelo, que su mayor preocupación desde que se jubiló era si le habían limpiado las camisas para tener una que ponerse para bajar al bar desde que se levantara, hasta la hora que a él le parecía bien, en una casa en la que comíamos a la hora a la que él volviera, con la comida puesta desde las 13:00h y a veces nos daban hasta las 16:00 para comer, para que el hombre se sintiera bien a gusto y notara que todos estábamos esperándole y a su disposición.

Bueno y qué hablar del mejor momento del día para él, en el que se quitaba los zapatos donde le daba la gana y alguien tenía que ir a por sus alpargatas. Él daba la orden, y a quien pillara tenía que hacer un viajecito hasta el armario donde las guardaba (porque claro, él no podía acercarse nunca hasta el armario antes de quitarse los zapatos).

Sin duda, todavía muchas personas no están preparadas para aceptar que todos los papeles son intercambiables y válidos.

 

Mérida