Tres, eso son los embarazos que he tenido y los partos que he vivido. Me toca mucho las narices tener que decir  que “he tenido suerte” en los dos primeros porque se me trató con respeto, y tuve unos partos donde los profesionales cumplieron a las mil maravillas. Partos sin cortes, acompañados, con personal que daba palabras de apoyo, te contaba los procedimientos y pedía mi consentimiento.

Mucho leía yo sobre violencia obstétrica, tanto que me creó pavor que se convirtió en inseguridad y me llevó a parir en el mismo hospital madrileño de cuyo nombre si me preguntan… me acuerdo.

Bien, una que ya tenía bastante experiencia a la espalda, iba con cierta tranquilidad de “esto ya me lo sé”. Mas, como dice un dicho vulgar, “El mundo está lleno de tontos”, lo malo es cuando uno de eso tontos te estropea un momento tan especial como conocer a uno de los amores de tu vida.

Y es que empiezo a pensar que esta pobre gorda, estaba mal acostumbrada. Solamente sufrí gordofobia al principio del primer embarazo… ilusa.

¿Cómo pretendía yo, salirme con la mía de no sufrir un poco de gordofobia? Venga va, que en tu último parto te la damos toda.

Vamos a ponernos en situación. Ahí estás tú, muriendo de dolor, porque parir duele mucho, a rabiar, y yo que ya he parido a pelo, me dije: Esto otra vez no….

Hay que decir que el tipo que protagonizó mi episodio trágico era un poco inútil, porque en mi vida ya me habían puesto dos epidurales con el mismo cuerpo que tenía. Este cuerpo que es un templo, que ha traído vida, la ha amamantado y es cuna hogar de vidas humanas. Pero, ¡qué leches! , soy una persona y merezco respeto como todas…que se nos olvida.

 

Pero, a lo que íbamos. Estoy de pie, con una de esas batas que te deja medio culo al aire, en una habitación donde se han llevado a mi acompañante, frágil, muerta de dolor… vamos, me lo estaba pasando pipa. Así que pido epidural porque no me da la gana de seguir sufriendo. Hasta aquí todo ok, porque mi primera matrona era ideal de la vida.

Viene el susodicho, el anestesista, mejor no pongo el mote que le pongo en mi cabeza porque entonces igual me deberían censurar. Nada más verme, empieza a resoplar y a hacer soniditos que no puedo determinar porque estoy de espaldas. El tema me mosquea, por mi experiencia vital… Sé que es un g*********s de diccionario. El tipo cual iluminado de la vida, como si yo ya no estuviera lo suficientemente despojada de mi dignidad, comienza a hablar con las enfermeras como si yo estuviera inconsciente, tonta, o sorda….habla sobre mi piel, mi espalda, mi cuerpo, dictamina que acabaré en cesárea…Vamos a ver, “Aramis Fuster” de los quirófanos, que mi parto estaba siendo de libro, de los buenos, de esos que que van volados…

 

El tipo sigue sin dirigirse a mí, mientras me humilla con sus comentarios y yo allí sentada, tengo que escucharle mientras intento no moverme mientras el dolor me deja sin habla. Demasiado estoy yo haciendo ya, para que vengas a fastidiar. Entonces  empieza el surrealismo nivel “Dalí”, el tipo empieza a burlarse de mi espalda con las enfermeras.

Sí, sí tenemos a una mujer en un momento vulnerable, muriendo de dolor, aguantando la postura sentada en la camilla y sola, mientras el personal sanitario que me acompaña empieza a decir que mi espalda necesita un mapa del tesoro, noto como si con el betadine incluso me pintara cosas en la espalda, ves… la vena Dalí a tope.

 

Después de muchísimo cachondeo a mi costa, les tendría que haber cobrado entrada, hace mal su trabajo, se marca una negligencia de libro y casi no lo contamos ni él bebé ni yo… y todo por una repugnante gordofobia que le hizo ser cero profesional. El bebe y yo logramos salir, pero a base de violencia obstétrica, medicación que te ponen sin informar, vejaciones del tipo tu placenta es fea, más bobadas de niños de colegio sobre mapas… Igual aquel día los partos tenían temática pirata y yo sin saberlo. Finalmente vino un profesional que me puso la epidural y el bebé salió en media hora.

Así que la próxima vez que vayas a atender a alguien gordo, deja tu gordofobia aparcada, porque la estupidez a veces puede costar vidas.

 

P.D.

Escribo este artículo una vez que mi herida emocional está curada, porque si yo que soy una persona segura de mi misma he tardado en curar que me fastidien el parto… no quiero pensar lo que habría pasado alguien con menos fortaleza o seguridad en sí misma y su cuerpo.

 

P.D.

He escrito este artículo tras tomar todas las medidas legales, porque el propio hospital trató de borrar lo sucedido no dejando constancia en el historial. Y por cierto, como el bebe y yo estamos vivitos y coleando, sin secuelas etc… ninguna de mis quejas servirá de nada.

 

 

Tenemos que avergonzarnos como sociedad. Un cuerpo no debería dictaminar que se cometa una negligencia. Los gordos somos personas, y follamos, nos embarazamos y parimos. Coño, déjennos parir con dignidad.