Hay cosas para las que nunca suele ser un buen momento y una de ellas es la regla. Solamente agradeces tenerla cuando crees que puedes estar embarazada y no lo deseas, pero el resto del tiempo suele ser un engorro. Si lo es para nosotras, mujeres adultas, imagínate cuando llega antes de lo esperable.
Mi amiga tiene una hija de 9 años con un trastorno neurológico por el cual es bastante más despistada de los esperable a su edad. Su actitud en el colegio con respecto a sus juegos y su comportamiento corresponde quizá a uno o dos años menos de los que tiene. Su higiene personal, elegir su ropa para vestirse y ese tipo de cosas todavía le cuestan, por lo que necesita ayuda y/o supervisión constante.
Se mancha muchísimo al comer y no se da ni cuenta, por lo que sigue con su vida tan tranquila con las manos y toda la cara llena de restos de comida. Es algo sobre lo que trabajan en casa y desde el gabinete terapéutico al que acude desde su diagnóstico, pero todavía le cuesta mucho ser responsable de su propia higiene o aspecto.
Pues ahora imaginaos el panorama, que le ha venido la regla. Si es que ya no es justo que nos venga siendo tan niñas en general (y yo no me quejo que me tardó bastante), en este caso acababa de cumplir 9 cuando su amiga roja apareció.
Mucho estrés en esa casa, pues ella se asustó muchísimo al ir al baño y ver por primera vez sus braguitas llenas de sangre. Una larga charla explicativa y un montón de ensayos de cómo colocarse la compresa o qué hacer si se manchaba no fueron suficientes.
Su mamá, lo primero que hizo fue pedir en una web unas bragas menstruales para que no dependa tanto de ella y su maña a la hora de colocarse una compresa. Pero la talla más pequeña tardaría en llegar, así que esa primera vez tuvo que apañárselas con compresas y sin más ayuda. Al menos no tuvo grandes sangrados, pero aun así se tuvo que cambiar completa al llegar a casa del colegio, pues el pantalón estaba manchado, no se había cambiado en todo el día y al movérsele y haberla colocado regular cada vez que iba al baño se había empapado los extremos de la braguita.
Al menos a su madre se le había ocurrido ponerle un vaquero grueso y así apenas había pasado al otro lado y no había manchado la silla ni nadie se había dado cuenta.
Ducha al llegar y charla de nuevo. La importancia de la higiene, de la intimidad… Pero horas después un manchurrón de regla se veía a lo lejos en el pomo de la puerta del baño, pues se había limpiado mal y no se había lavado las manos después. Y otra vez a hablar, con paciencia y respeto, intentando no transmitirle el estrés que estaba pasando al darse cuenta de la faena que le había ocurrido a su hija.
Y es que no es justo que tan pronto, y más en su caso concreto, tenga que lidiar con las manchas, la responsabilidad y la necesidad extra de higiene que requiere menstruar.
Dos meses más tarde tuvo su segunda regla, acompañada de calambres e hinchazón. Por si no era suficiente para la pobre. La semana anterior la pasó muy delicada, llorando por todo y enfadada constantemente, y es que al parecer sus hormonas están bastante alteradas y su SPM, así de pronto, ya es insoportable.
Siento mucho por ella, que está tan poco preparada para lidiar con sus propias emociones, que tenga que comenzar esta etapa cíclica que a muchas nos supera por momentos.
Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.
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