La verdad es que yo me mareo en los coches desde que soy pequeña. Sé que la mayoría de la gente supera esto cuando alcanza la madurez, pero no es mi caso. De hecho, siempre suelo llevar en el bolso alguna bolsita de plástico doblada y pañuelos de papel, por si las moscas.

Hace un par de meses tuvimos la despedida de soltera de una de mis mejores amigas. Le habíamos preparado un finde divertidísimo en una casa rural en Santander, con disfraces, juegos, escape room, fiesta, y de todo. Éramos muchas personas y no había tanto sitio en los coches, pero claro, habiendo entre nosotros una embarazada y un chico con silla de ruedas, obviamente se priorizó que fueran una lista de personas dentro de las cuales no entraba yo, así que tuve que unirme al grupo que iba en bus.

El viaje de ida fue estupendo porque fui soñando todo el camino entero. Me tomé una pastilla de biodramina que me dejó completamente inconsciente y no me enteré de nada, y eso que por lo visto estuvimos parados en un atasco más de media hora. Pues dormí como un bebé, aunque eso sí, me costó espabilar tanto que todo lo que hicimos desde que llegamos hasta que nos fuimos a la cama el primer día, no tengo claro en mi memoria si fue realidad o sueño.

El caso es que pasamos el finde allí, de jueves a domingo, y todo genial, el sábado por la noche salimos de fiesta y nos la enganchamos bien gorda todos, yo la primera. Claro, al día siguiente, con todo el resacón, había que coger el bus de vuelta a las 12 de la mañana.

Yo, ilusa de mí, pensé que con otra pastilla de biodramina la cosa saldría igual de bien, pero me equivoqué. Me la tomé y no parecía hacerme efecto. O sea, me moría de sueño, pero tenía el estómago tan revuelto que se me hacía imposible dormirme, y la cosa iba a peor. Yo seguía empeñada en conciliar el sueño y convencida de que eso haría que se me fueran las ganas. Pues al final lo conseguí, caí dormida.

Ahora bien, no sé en qué momento, si fue una curva, un frenazo, o mi propio cuerpo, me desperté de golpe y con el vómito ya saliendo. A mi lado tenía a uno de mis amigos, y eso fue lo único que mi conciencia intentó evitar, lo que pasa es que no se me ocurrió otra cosa (os juro que seguía dormida), que agarrarme al asiento de delante y vomitar ahí.

Evidentemente, el asiento estaba ocupado y la persona que lo ocupaba recibió todo aquello encima y se volvió loca. No le culpo, yo habría hecho lo mismo, probablemente.

Yo, sin pensarlo dos veces, me hice la dormida, cosa que no funcionó porque hasta mi propio colega me sacudía del brazo diciéndome a ver de qué coño iba, que parecía que lo había hecho adrede, que por qué no había vomitado en el pasillo… Se montó una que el chófer acabó parando el bus y vino hasta donde estábamos.

La chica de delante, llorando del asco, me imagino, le explicó todo, mientras mis amigas intentaban solucionarlo diciéndole que tenían ropa limpia para dejarle, que podíamos parar en una gasolinera para que se cambiara… Yo, callada, no sabía qué hacer ni dónde meterme.

De repente la chica le increpó al chófer que a ver por qué no hacía nada y que me dejara ahí mismo, en la puta carretera. De verdad que por un momento pensé que ahí me quedaba, porque el conductor no decía mucho, pero llevaba una cara de mala hostia que vamos…

Por suerte aquello le pareció un poco demasiado a todo el mundo, y alguien se levantó y dijo que eso no estaba permitido, que dejar a alguien allí estaba prohibido, así que el tío volvió a su sitio y, sin decir nada, paró en la siguiente gasolinera para que la chica se cambiara con la ropa que le dejaban mis amigas.

A día de hoy, creo que no lo he pasado peor en mi vida, con tres horas de trayecto sintiéndome fatal, la gente mirándome fatal, y un miedo atroz a vomitar otra vez.