Crecer habiendo sido siempre una chica “rellenita” es difícil. No le deseo a nadie ser objeto de esos chistes que se marcaban a mis expensas ya desde primaria, cuando era menos que una cría.

Pero crecer e ir descubriendo, avanzada ya en la pubertad, que te estás enamorando perdidamente de esa amiga tan maravillosa que has conocido hace apenas un año, y con la que hablas todos los días y con quien compartes tantísimos gustos e intereses, puede traer disgustos aún mayores.

Lo primero son todos los estragos para, evidentemente (porque al principio nunca se te ocurre lo contrario), intentar ocultarlo de todos los modos posibles. Acentúas lo mucho que te gustan los chicos y enfatizas tus relaciones pasadas con algunos de ellos (porque sí, señoras y señores, la bisexualidad existe y no es ningún mito), temiendo siquiera mirarla más que a otra persona no vaya a ser que se dé cuenta alguien, o peor aún, ¡ella!

Pero no hay ningún secreto que permanezca eternamente como tal, y llega el momento en el que sale a la luz. Entonces empiezan a señalarte y a marcarte con sus señales y etiquetas favoritas; “¡Joder, que resulta que la gorda es bollera!”. Porque si hay algo que me ha quedado muy claro, son dos cosas: La primera, que eres o hetero o lesbiana, cualquier otra opción es impensable; y segundo, que si eres delgada, guapa, y te gusta una chica, eres lesbiana y moderna, pero si eres gorda (no ya “rellenita”, no, ya no, GORDA, en mayúsculas) y tu corazón ha decidido perseguir a otra chica, eres bollera.

giphy

Ya te habías acostumbrado a que todas tus amigas ocuparan un tercio de espacio de lo que tú ocupas, pero ahora toca hacerse a la idea de que todas tienen novios o exnovios por lo que tú vas a quedar más alienada todavía del grupo, porque no sabes con quién compartir lo que te pasa; es más, por no saber, no sabes ni QUÉ compartir, porque la sexualidad puede llegar a ser algo tan frustrante de identificar que pueden pasar los años sin que aún sepas qué diablos eres. Primero era hetero, después lesbiana, después hetero otra vez con una excepción, después decidí que eso no podía ser, que tenía que ser lesbiana, después que no porque demasiados hombres me ponían, luego di con la maravillosa palabra de la bisexualidad, que acabé acuñando y haciendo mía a falta de una mejor (a falta de dos mejores, panromanticismo y demisexualidad, para quien le interese).

Encontrar un nombre para lo que sentía y aceptar dicho nombre fue una pequeña liberación. No mentiré, aún me sorprendo más a menudo de lo que quisiera odiándome; odiando mi cuerpo, mi mente y quién soy, pero poco a poco he sido capaz de hacer frente a tanto odio, a dar la cara ante mí misma y ante los demás, y con mis etiquetas, GORDA y BISEXUAL, sigo adelante cada día un poquitín más orgullosa que el anterior.

Sun Albiach