Liadas épicas en bodas durante el banquete

¿Qué se casa la gente? Bajo mi experiencia como wedding planner, las parejas de hoy en día se casan por la fiesta con la familia y los amigos. En segundo lugar, he notado cierta necesidad de postureo. También están lo que quieren un día para comer mucho y variado. Por último, supongo que también existirán los que casan única y exclusivamente por amor. Una especie en extinción. 

En cualquier caso, hoy vamos a hablar de uno de los momentos de las bodas que más gusta a los invitados de nuestras parejas: el banquete. Por suerte, no todas las liadas que aquí se van a comentar son mías: he hecho una recopilación de experiencias comentadas por compañeras del sector, dignas de protagonizar cada una de ellas su propio libro. 

El mantel en llamas

“Niño, no se juega con eso. Niño, deja la vela. ¡Te vas a quemar!”. En las bodas que se celebran al atardecer o por la noche, es común colocar velas en la decoración del centro de mesa. Tanto los recipientes como su localización, suelen garantizar la seguridad de los comensales; a excepción de que alguien lo manipule. Pues aquí entra en juego un niño. Tendría entre 10 y 12 años y no paraba de jugar con las velas. Obnubilado con el brillo del fuego y el vaivén de la cera derretida, se le llamó la atención hasta en 5 ocasiones durante el banquete. Hasta que, de repente, el mantel empezó a arder. La tela prendió súper rápido. Aunque el maître atacó con rapidez el pequeño incendio con un extintor, se ocasionó una estampida de personas en pánico que fue más peligrosa que el propio fuego. 

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El ataque de la decoración del techo

En los salones altos y diáfanos es común encontrarse decoraciones colgantes que rellenen el espacio. Desde luces de verbenas a globos, pasando por enredaderas y macetas en columpios. Macetas en columpios. ¡Ja! A mí no me sonó muy bien desde el principio. El decorador juró y perjuró que era seguro. Los novios pagaron más de 5 mil euros en rellenar el techo del salón del banquete con estructuras de plantas enrolladas. Durante la comida, se escuchó un primer “pum”. “¿Qué fue eso?”, te preguntas. Una puta maceta. Una camarera expresó: “Le cae eso a alguien en la cabeza y lo mata”. Pues pum. Otra maceta. Y pum. Otra más. Toda la estructura comenzó a ceder. Los invitados abandonaron con garantías el interior del salón, no hubo heridos, pero la madre que parió a las macetas del techo. 

El pollo de la suegra que se quedó sin ramo 

Mi liada épica favorita. Aunque no la viví en directo, sí que quedó grabada en vídeos y pude verla a posteriori. Durante el banquete, la novia se iba levantando y entregando pequeños bouquets de flores a familiares y amigos a los que quería dedicar unas palabras de agradecimiento y buenos deseos. Ya cerca del postre, la suegra seguía sin recibir ningún ramo, pero… llegó el momento de entregar el que cargaba la novia, el ramo suyo, de la protagonista. La joven cogió el micrófono y pronunció unas palabras maravillosas, mientras la suegra se levantaba emocionada. El novio se sumó al discurso y su madre arrancó a llorar. Cuando llegó el momento de hacer entrega del ramo, parecía que se dirigían a la suegra, pero desviaron su trayectoria. Las flores acabaron en la abuela de la novia, una señora octogenaria que no se esperaba tan bella sorpresa. 

La suegra… La suegra empezó a despotricar por esa boca como una niña caprichosa a la que sus padres no querían comprarle el juguete de turno. Que si ella no estaba de acuerdo con esa boda, que si quería que le devolviesen el dinero del regalo nupcial. A pleno grito. Ella, que quería ser protagonista por buenas, terminó siéndolo…, pero por las malas. 

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Los que querían pagar la boda arracándose el pelo 

Esta es mi anécdota. Una familia muy lista, acostumbrada a ver los realities que emiten Divinity y Dmax, intentaron colarnos un pelo en la comida de nuestro salón de celebraciones. De repente, de la nada, en la ensalada del padre de la novia, elaborada con brotes tiernos y salmón ahumado, apareció un pelo largo, grueso y rojo, igualito al de su pareja. Nuestro cocinero, no solo es que estuviese rapado, sino que siempre lleva gorro; y ninguno de nuestros camareros ni camareras cumplía con las características de ese cabello. En cambio, su mujer, la madre de la novia, a la perfección. Pues ellos “erre que erre”, querían la devolución del dinero del banquete. 250 personas que no se habían privado de nada. Nos pusieron una reclamación que acabó en agua de borrajas.  

 

¿Y tú? ¿Has asistido a alguna boda que acabase con alguna anécdota significativa? ¡Comparte! 

Anónimo