Es la primera vez que escribo a WeLoverSize aunque las sigo de cerca desde hace mucho. Hoy me presento: Soy carne de 1990, comunicadora (como concepto abstracto) y, remitiéndome a mi fiel biografía autorizada de Instagram, todóloga licenciada, feminista, odiadora profesional de las injusticia y, con mucho orgullo, Gorda Suma Cum Laude.

Con estas breves palabras, también quiero que entiendan los que me lean que soy profundamente beligerante, impulsiva y que tengo un claro problema de contención a la hora de expresar mis desacuerdos con cualquier “figura de autoridad”.

Bien, hecho este resumen, voy al quid de la cuestión: Estas son las 5 que me han hecho odiar profundamente pasar tiempo con mi suegra.

– Estoy gorda, lo sé, lo acepto, me encanto y nunca he tenido ningún problema con ello. Pero mi suegra sí. Imaginen, sólo por un segundo, vivir cada día una situación como la siguiente.

  • Suegra: Tenemos que empezar la dieta.
  • Yo: Empiézala tú, yo estoy muy bien, gracias.
  • Suegra: No, no, tienes que ponerte a dieta.

¿Por qué motivo, razón o causa creen las personas que saben lo que me conviene a mis 27 años y no me dejan decidir por mí misma?

– Al hilo de la anterior, aparezco en su casa un domingo.  De comer hay ensaladilla rusa, milanesas empanadas, tortilla de patatas, calamares a la romana y cualquier otra fritanga que se precie.

  • Suegra: Oye, no comas de esto, mejor te pongo sólo un poco de lechuga.

¡¿DISCULPA?! Me niego en rotundo a pasar por la humillación continua de mi suegra analizando todo lo que como, cómo lo mastico y la cantidad que me pongo. Por eso he dejado de comer con ellos. Estas circunstancias también se repiten en restaurantes, cenas familiares y otros eventos donde hay mucha gente. Cuanta más gente mejor para recordar a todo el mundo lo gorda que estoy.

– Cambiando de tercio. Cuando su bebé de 1985 y yo empezamos a vivir juntos, todo fue un poco raro. Tan raro que el bebé todavía no ha invitado a los suegros a casa ni a un café. Sin embargo, mi queridísima suegra sí que tiene tiempo y energías para mantener la siguiente conversación cada vez que encuentra un hueco:

  • Suegra: ¿Qué tal llevAS la limpieza de la casa y la comida y eso?
  • Yo: Bien, bueno, los dos somos igual de vagos así que sólo hay dramas cuando tenemos que ponernos a limpiar.
  • Suegra: Hombre, tú deberías ser más limpia, que para eso eres la mujer.
  • Yo: Disculpa, no sé en tu casa, pero en la mía viven DOS PERSONAS ADULTAS, que se reparten las tareas. No hay ningún “hombre” ni ninguna “mujer”.
  • Suegra: Sí bueno, las chicas modernas sois más así, menos mal que mi hijo te ayuda.
  • Yo (con fuegos fatuos saliéndome de los ojos y las orejas): No quiero volver a escucharte decir que tu hijo “ayuda”. Tu hijo HACE. Porque es su obligación, igual que lo es la mía.

Sus regalos. Como concepto. Mi suegra es la mujer más controladora que conozco. Quiere elegir mi comida, mi ropa, nuestros turnos de limpieza, la decoración de la casa que nunca ha visto, mi horario, mi color de pelo, mi peluquería, TODO. Y no estoy exagerando. Pero la cosa que más me jode de ella es que, además de controladora es profundamente egoísta con los regalos. Por lo tanto, aunque se gastará muchísimo dinero en ti, siempre te regalará lo que ELLA quiera, lo que a ELLA le guste y lo que ELLA decida. Nunca jamás tendrá en cuenta tu opinión, tus necesidades o tus gustos. Después de 5 años con el bebé del 85, puedo decir que todavía no ha acertado ni un solo regalo.

– Su nulo respeto por el tiempo ajeno. Este viene de la mano del anterior. En su afán por controlar cada segundo de la vida de los seres humanos que le rodean, tiene en su cerebro grabado a fuego que todo el mundo debe estar disponible cuando a ella se le atraviesa un pedo (como dice mi abuela).

Ejemplo: Es sábado, bebé y yo salimos, volvemos tarde y borrachos. El domingo nos levantaremos a las 2 de la tarde, pero da igual porque hay mierda para comer en la nevera. O eso creíamos. Porque mi querida suegra llamará a las 13:45 unas 70 veces para sugerirnos ir a comer al otro lado de Madrid a las 14:15, que ya ha reservado, que se viene mi cuñado con sus tres hijos y nosecuanta gente más. Bebé se niega, se niega tan vehementemente q    ue cuelga el teléfono y me toca coger a mí. Y yo me niego, y me gano su odio hasta el cielo. Pues así, cada dos fines de semana

En conclusión, estas son solo 5 de las muchas razones que me hacen odiar a mi suegra. En la próxima entrega: Mi Suegro, el abominable hombre de las nieves de mi vida.

Autor: Yvonne.