Odio la Navidad. Así, rotunda y absolutamente contundente. No me gusta. Pero no es que no me haya gustado nunca, no. Dejó de gustarme cuando el majísimo cabronazo de mi primo mayor me soltó la gran bomba informativa cuando yo tenía 8 tiernos años. Y claro, perdí todo el interés y la magia que rodeaba a aquella época. No por los regalos y las comilonas familiares, sino porque ya no tenía nada en lo que creer. Nos habían vendido la Navidad como la panacea sentimental dejando paso al capitalismo más consumista. No os alarméis, no vengo predispuesta a aniquilar el sentimiento navideño de nadie. Mucho menos hoy, que una se ha dado cuenta de que ojalá, en vez de este calor de veroño (verano-otoño), estuviese nevando.

Soy plenamente consciente de que no soy el único caso en el mundo. Muchos odiáis la Navidad y, si no llega al punto del odio, al menos la detestáis un poquito… Venga, sed sinceros. Tanta gente derrochando amor, tanto pasteleo por metro cuadrado vayas al sitio que vayas, tanto adorno en modo horror vacui, tantos cumplidos hipócritas… Vale, parezco el Grinch, ¿verdad? ¿ A quién coño pretendo engañar, si ya os he dicho que sueño con que caigan copazos de nieve? Me intento autoconvencer de algo que ya no tiene retorno. Y esto es por culpa del anuncio de la Lotería de Navidad de este año, estrenado esta misma mañana. Defensores y detractores a ultranza del «Merry X-Mas», he aquí la monería del día y, me atrevo a decir, del mes.

YouTube video

¿Cuqui, eh? Con esos rasgos a lo «Up», ese mensaje de hermandad, empatía, unión, de esa familia elegida llamada amigos, con una banda sonora tan melancólica de las que te dan ganas de reproducir en modo aleatorio (“Nuvole Bianche”, de Ludvico Einaudi, con arreglos de Joan Martorell) y un mensaje de los de lagrimilla y moco colganderos, estos genios de la Agencia de Leo Burnett han dado en el clavo y han atravesado hueso blandito. Además, es la primera vez en la historia de los anuncios de la Lotería, en que usan este formato de corto animado para tocarnos la vena sensible. Y a mí eso, ¿qué queréis que os diga? Me enternece. Han tirado del mismo mensaje de buenrollismo que el año pasado en el bar y ese décimo de «te lo hemos guardado» es un claro guiño al anuncio anterior pero lloráis como perras. Y lo sabéis.

Atrás quedaron esos momentos de Montserrat Caballé & Cía, cuyas parodias llegaron a ser más famosas que el propio anuncio en sí y aquel calvo entrañable con pinta de mago. Ahora el protagonista, Justino, un vigilante de seguridad que trabaja en una fábrica de maniquíes sin tener ningún tipo de contacto con el resto de empleados por incompatibilidad de horarios, tiene hasta Instagram y, como cualquier empresa que se precie, la Fábrica de Maniquíes El Pilar, tiene Facebook.

Lo dicho, que ya podemos empezar a impregnarnos del espíritu navideño y empezar a reconectar con el niño y la niña que llevamos dentro porque, con estas pequeñas cosas, ¿no creéis que podemos ser un poquito más felices? O, por lo menos, intentar sacarle una sonrisa al de al lado por muy complicado que nos parezca. Pero no sólo en estas fechas, sino siempre. Porque, a veces, a nuestros niños interiores se les olvida que la magia de los pequeños-grandes detalles no se llama Navidad, se llama Vida.