Hay dos temas que me enfadan mucho. Uno es la política exterior de los Estados Unidos en Oriente Medio y otro es tener que justificarme por ver telebasura, porque soy una de esas personas culturalmente inquietas que no tienen ningún problema a la hora de admitir que consumen mucha televisión. Lo cool es decir que no ves la caja boba y que Telecinco es peor que Lucifer porque, como diría Alfredo de Gran Hermano 15, «emputece» la mente. Yo creía que toda esa mierda estaba superada… ¡Al carallo!
Respeto demasiado el ocio de la gente como para hacer juicios de valor sobre las actividades a las que cada uno decide dedicar su tiempo libre, precisamente por eso no puedo soportar la superioridad moral ante la telebasura. Hay quien se pasa el día matando zombis y nazis con una consola de última generación, quien prefiere desconectar el cerebro tragándose todo cuanto evento deportivo retransmiten por televisión e incluso quien se lo pasa pipa memorizando datos absurdos. Hay gente para todo. Pero ¡ojo! si lo que te de gusta es perder el tiempo viendo programas del corazón pasas a convertirte automáticamente en un infrahumano, en una persona inculta, alienada y despreocupada.
Reconozco que mis chonis de Mujeres y Hombres y Viceversa me hacen muy feliz, que uno de los momentos de más nervios del año es la gala de Eurovisión, que veo el corazón amable siempre que puedo y que algunos viernes me parece un planazo quedarme en casa, cenar rico y ver el Deluxe. Pero esto no está reñido con ser una melómana empedernida, con amar el cine de autor europeo y con que la geopolítica del Golfo Pérsico sea una de mis grandes pasiones, porque que me guste la telerrealidad no significa que solo vea telerrealidad ni que tú, querido amigo pseudointelectual, seas más listo que yo.
Es muy cansina esa arrogancia altiva de la gente que quiere darte lecciones: «¿Pero como puedes perder el tiempo en esa mierda?» o «Me sorprende que a una chica con tu formación le guste ver ese tipo de programas». Ni que estuviéramos todo el día leyendo a Proust, viendo proyecciones de videoarte o asistiendo a seminarios de lenguas semíticas. Estoy hasta el moño (por no poner otra palabra malsonante) del postureo cultural, porque luego resulta que Adán y Eva fue uno de los estrenos televisivos más vistos de la temporada. ¿Por qué? Porque somos unos morbosos.
No me voy a justificar más. Básicamente veo telebasura porque me gusta, porque soy una cotilla y porque me sale de las narices. No tiene nada que ver ni con mi coeficiente intelectual, ni con mi nivel educativo. Vamos a dejar de buscar tres pies al gato.
