El intrusismo siempre ha estado a la orden del día. Es más, en mi profesión, periodista, se ve por todos lados. Pero no solamente hay intrusismo en los trabajos, también lo hay en los movimientos e incluso en los pensamientos.

Por ejemplo, en el feminismo, esa corriente ideológica tan necesaria en nuestra sociedad que marca que tanto los hombres como las mujeres somos iguales y que mucha gente –por desgracia- aún no sabe en qué consiste y por ello es necesario recalcarlo continuamente. Sí, también hay intrusismo.

Me gusta ilustrar todo lo que expongo con ejemplos, así que os voy a contar una experiencia que viví muy de cerca sobre este tipo de intrusismo.  Tengo una conocida que es una “abanderada del feminismo” –eso le gusta pensar de sí misma o mostrar de cara al resto- tanto es así que sus redes sociales están plasmadas de artículos defendiendo a la mujer, plantando cara al machismo, reportajes sobre cómo viven las mujeres en diferentes lugares del mundo, denuncias sobre series o películas que no tratan de forma correcta estas ideas, exaltación sobre las que sí que lo hacen, entre otros.  Sus redes se llenan de comentarios, algunos inapropiados y con alto índice de testosterona, a los que ella contesta con muchos argumentos -todos loables y plausibles- y con los que tú piensas: “Esta tía tiene las ideas muy claras”.

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Y ya no sólo en redes sociales, pídele consejo u opinión sobre cualquier tipo de tema que tenga que ver con el feminismo o la exaltación a la mujer y verás. Verás cómo se crece, cómo expone sus ideas, cómo denuncia las injusticias, cómo te adoctrina en lo que debes o no hacer y cómo te recalcará lo mucho que vales como mujer.

Ahora viene por qué hablo de intrusismo con esta persona. Una de las primeras cosas que me llaman la atención con respecto a ella es que nunca ha sabido estar sola. Desde que la conozco, y ya son años, ha empalmado una relación con otra. Quizá me diréis que esto no debería ser criticable. Pensaréis que hay personas que son más felices en pareja que solas y esto no entiende de género ni el feminismo tiene nada que ver  y vale, os lo compro.

Subamos el nivel.  Además de no llegar a estar ni un mes sola, su personalidad se ve totalmente corrompida según la persona con la que esté. Si la persona en cuestión es más pasota, ella no siente tanta necesidad de estar juntos. Si es dependiente, ella no puede separarse. Si piensa de una forma, esos pensamientos acaban siendo suyos también. Los planes de ella se convierten en los de la otra persona y viceversa y puede llegar a ser imposible verla sin estar acompañada. Aquí entraría el tema de la inseguridad. Se hablaría de que, al fin y al cabo, el ser humano siempre intenta gustar y a veces nos amoldamos a las personas con las que estamos. Bueno, sería discutible hasta qué punto esto es correcto o no, cómo puede llegar a influirnos y lo recomendable que es mantener nuestro propio espacio  y nuestra esencia. Lo puedo regatear.

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Pero, ¿qué pasaría si ahora os digo que cada vez que está con alguien-que es siempre- pretende buscar  novio a sus amigas solteras? Vaya, esto ya nos sorprende un poco más. Comentarios, que  a más de uno os sonará y os rechinará los dientes de la impotencia y de la rabia, como: “Mi novio tiene un amigo que te “pega” un montón” (Aquí la premisa de que los polos opuestos se atraen no existe, tiene que “pegarte” un montón), “A ver cuando hacemos una cena de parejas y te presento a no sé quién” (Gracias por preguntarme si yo estoy interesada), “Mi novio tiene un amigo que me recuerda un montón a ti” (A lo mejor es porque tenéis el mismo color de pelo, pero le recuerda a ti y ya te quiere juntar),  “A ver si te echas ya novio y así quedamos todos” (Claro, sin novio no puedes salir con determinados círculos es una ley no escrita que se inventó hace no sé cuánto tiempo y probablemente la estipuló un hombre). Además, añadimos el factor de que todos estos chicos que te quiere presentar son amigos de su novio, a los cuales no conoce prácticamente de nada, pero en su cabeza de buena samaritana se ha formado la idea de que a ti te van a gustar, se lo vas a agradecer de por vida y serás muy feliz.

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Pero a pesar de todos estos ejemplos, hubo un caso en concreto que ya activó todas mis alarmas. En el Día Internacional de la Mujer- un día en el que ella puso sus redes sociales a arder con comentarios súper profundos, textos con los que se te salta la lagrimilla, denuncias contra situaciones degradantes para la mujer- por un grupo de Whats App y sin venir a cuento me suelta: “Lo que tú necesitas es un buen novio para casarte”. Vaya. De primeras, me parece el comentario más inoportuno del mundo dado el día que era. De segundas, mis necesidades no tienen nada que ver con tener novio y casarme y para terminar, la hipocresía está a la orden del día en tu vida y me gustaría saber por qué en tus redes sociales no has puesto: “En el Día Internacional de la Mujer necesitáis un buen novio y casaros”. Mi respuesta no se hizo esperar, así que le contesté: “Búscame un trabajo con contrato indefinido que es lo que realmente necesito”. No obtuve respuesta.

Con todo esto, me gustaría expresar mi preocupación ante la contrariedad de querer pensar de una forma y ser de otra, de tener claro que se necesita una sociedad feminista pero no formar parte para que ello ocurra, de atacar de forma directa a mujeres por no tener pareja pero luego poner artículos defendiendo el papel de la figura femenina. Por no hablar de convertirte en una persona delante de una pantalla y en tu vida personal ser otra o de crear “necesidades” que realmente no se tienen pero luego hablar de la independencia de la mujer.  Eso, señores, es un feminismo mal entendido, es una intrusión en él y es una mala forma de interiorizarlo. Y no, por muchos artículos que subas a tus redes, no ayudas.

Autor: Laura A.P.