Ha llegado el día: así es, ya es hora de pasarse por la peluquería. Tras unos cuantos meses decides que ya es hora de ir a sanearse esas puntas y teñirse, que tu raíz empieza a no ser normal. Algo rutinario, nada complicado. Vas feliz, vas contenta y vas tranquila porque sabes que no habrán sorpresas.

Llegas a la peluquería, te dan el tinte y hasta ahí todo bien. Llega el momento del tijeretazo; le dices a la peluquera de turno que solo te sanee las puntas, pero tu sabes muy bien que eso para ella es sinónimo de “haz lo que quieras”, así que decides dejarlo todo bien clarito: “No quiero perder largo, así que corta lo menos posible”. Tu Eduardo Manostijeras personal empieza con su tarea y tú te confías hasta que notas que está tardando demasiado, aunque decides evitar el pánico a toda costa, pensar que ella sabe lo que hace y relajarte hasta que termine. “Ya está”, escuchas. La tan deseada pero temida frase ha llegado. Abres los ojos y te encuentras el reflejo de una tipa que se parece a ti pero con 10 dedos menos de pelo.

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– Está muy corto, ¿no?

– Es lo que tú me has pedido.

Decides respirar profundamente y evitar la masacre, que no estamos ni para ocultar cadáveres ni para dar explicaciones. Tranquila, ahora cuando llegues a casa y te peines tú misma mejorará la cosa, seguro, piensas. Pagas el sablazo correspondiente y te vas con miedo a mirarte en cualquier espejo y deseando no encontrarte con nadie conocido. Llegas a casa y vuelves a mirarte en el espejo con auténtico pánico. AY NONONONO. NO PUEDE SER. DESASTRE TOTAL. No solo está más corto, no: hay trasquilones raros, te han hecho capas que más bien parecen las olas de un mar embravecido y, madre mía, eso se va a poner lion mode de un momento a otro. Atenta, porque comienzan tus fases traumáticas tras un mal corte de pelo:

Negación:

Venga, tranquila. Seguro que no está tan mal. No hay razones para ponerse histérica. El desastre puede no ser tan malo si se le busca solución inmediata, ¿no? Pruebas mil y una formas de colocar tu pelo que consigan mejorar el estropicio, pero nada parece funcionar.

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Histeria:

MENUDA MIERDA. ¿Para esto me he gastado yo 60 pavazos? Empiezas a ponerte histérica, a no ver luz al final del túnel. Tu cabreo crece por momentos y tu desesperación aún más.

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Depresión:

Ya está. No saldré de casa hasta que no me crezca el pelo. Te pones tu pijama más horrible, coges una buena tableta de chocolate y te tumbas en el sillón sin importante nada más que lo mal que te sienta ese estúpido peinado. No hay solución, o al menos tú no la ves.

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Apaños:

Bueno, que no cunta el pánico. Todo tiene solución en esta vida menos la muerte, ¿no? Te levantas del sillón tras tu pequeña depresión y te vas al baño. Te miras al espejo y empiezas a ver la cosa un poco mejor. Aún no te convence pero… Tal vez si me ondulo el pelo queda mucho mejor esto. ¿Y si me lo peino hacia el otro lado?

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Si has llegado hasta este punto, puedes estar tranquila: has superado el mayor de los traumas: un mal corte de pelo. Pero, aunque hayas aceptado tu nuevo corte, sabes que aún necesita una solución, que aún necesitas superarlo del todo. Tienes dos opciones:

Tranquila nena, el pelo crece:

Ahora mismo cuesta creerlo, pero de verdad de la buena, el pelo crece más rápido de lo que tú te imaginas, y dentro de nada volverás a tenerlo tan largo como antes y podrás irte a una peluquería mejor a que te arreglen los trasquilones que aún se notan por ahí.

¡Cambio radical!

Si no quieres esperar al arreglo, puedes aprovechar el momento y darte un buen cambio radical, ese con el que siempre has soñado pero nunca te has atrevido a hacer. Ya sabes lo que dicen: una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida.

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