Te has estudiado todos los IG habidos y por haber sobre peinados y tendencias capilares. Has analizado casi con visor laser todas las fotos de famosas que salen en las revistas que te has encontrado. Has rastreado Pinterest como si te fuera la vida en ello para encontrar tu nuevo look perfecto. Lo has decidido. Tras un estudio de mercado a fondo sabes qué corte y qué color quieres. Perfecto pero debo decirte,querida amiga, que si no eres de peluqueria fija lo peor esta por llegar. Debes elegir PELUQUERÍA.

Recomendaciones, opiniones, reviews. Parece que has elegido la mejor peluquería. Estás segura de que has acertado. Cruzaré los dedos por ti, crúzalos tú por mi cuando me toque.

Las fases por las que pasamos una vez entramos son muchas y muy diversas. De hecho una amplia mayoría pasa miedo, miedo real, en algún momento. El temido y amado momento peluquería comienza.

Voy a tener que pedir un crédito para pagar esto. Ok exageración pero cuando entras, te reciben con esa amplia sonrisa, te ofrecen café y revistas y ves ese papel pintado tan guay o esa pared de obra vista y tanto mueble de diseño dices: Oh, dios, mi cuenta corriente no está preparada para esto. Pero ya es tarde. Te han sentado a esperar y antes seguir manteniendo tu vergüenza intacta que dejar tarjeta de crédito tiesa.

brit

– Esto va a valer la pena. Te presentan a quien te va a cortar el pelo. Normalmente ninguna se llama María o Pepa, tienen el pelo cuidado y modernito  y un melenón brillante. Ok, respiras tranquila. Me ha tocado la peluquera guay, seguro que me capta y va todo sobre ruedas.

ok

-¿Pero esta pava/pavo me está entendiendo?  «¿Bueno dime, qué idea tienes?» Le explicas que, tras el ardua tarea de encontrar el look que buscas ahora mismo para tu momento vital, has decidido que quieres cortar lo justo para sanear y quizás darle forma tipo _____ (inserte aquí el nombre de famosa/amiga/ o enseña foto de pinterest) Le enseñas foto. ESA FOTO, la que tienes mil veces duplicada en whatsapp porque se la has enviado a todos tus contactos de confianza para que te dieran su opinión. Empieza a tocar el pelo y anuncia que tienes las puntas horribles y debería cortar un mínimo de 3 dedos, que el color ese con tu base no cogerá, que por tu pelo fino/grueso quizás deberás trabajarlo en casa para peinarte. Tú enfadadita sin que se note le dices que no, que quieres eso, que haga lo que sea necesario pero que quieres ese color y ese corte. Que te da igual que las puntas estén reventadas, que respete el largo lo máximo posible, etc. Ahí empieza tu particular guerra fría hasta que suelta algo del tipo: «déjalo en mis manos, tú tranquila. Te va a quedar muy chulo»

resignacion

– Resignación.  Te das por vencida pensando que no quieres que te quede chulo, como dice ella, quieres que te quede como el de la foto y la sigues con el rabillo del ojo  hasta la parte del lava-cabezas donde mezcla potingues para teñirte o mecharte. En realidad ya no sabes qué te va a hacer. Se acerca mezclando con ímpetu la mezcla en ese bol tan mono. Empieza a peinarte y a dividirte el pelo por partes agarrándotelo con pinzas. Te miras en el espejo. Menuda pintaza de maruja tienes. Falsa sonrisa congelada. Te esfuerzas por parecer encantada y confiada pero en realidad por dentro empiezas a sentirte muy insegura. De repente ya tienes todo el pelo lleno de papel de plata. Si antes parecías una maruja ahora…ahora ni te cuento.

– El abandono. Te enchufa ese mamotreto que desprende un calor horrible en la cabeza, se despide con una sonrisa que intenta ser cómplice y cálida y se va sin mirar atrás. Empiezas a chatear con tus amigas. Estás un poco nervi pero confias en que el color, aunque no sea exacto, almenos se asemejará, así que recobras la confianza poco a poco. Ha pasado media hora, a tu alrededor todo el mundo parece feliz mientras les atienden y tú estás ahí en medio, como el mueble danés de la entrada. Ahora más que nunca: «tan sóla y tan rodeada de gente». De repente eres invisible. Estás cabreada, estás hasta el mismísimo de calor en la cabeza, te da igual como está el color. Llevas más de hora y media invertida en tu cambio de look y nadie te hace caso, hasta tus amigas han dejado de contestarte por whatsapp. No vas a montar un pollo porque no eres de esas pero haces evidente tu agobio esperando que alguien se percate. POR FIN, el acercamiento.

– El corte. Tras pasar por el lavacabezas empieza el momento mas temido. Empieza a peinar mientras te dice el poco o mucho pelo que tienes y lo tan grueso o fino que es sin dejar de mencionar lo tan seco o graso que está. «Nadie te ha pedido la opinión». Tras los estirones y la división de pelo por partes, saca tijera. No hay marcha atrás. Empieza a cortar de una manera que parece un poco al «tun-tun» y tus mechones van cayendo al suelo. Ahora sí estás asustada. Está cortando demasiado porque»es que tienes las puntas muy mal» Deja vú.. «Calla, zorra, lo del largo ya lo habíamos pactado» piensas, mientras le dices que ya lo sabes con una sonrisa tan falsa como la de Regina de «Mean Girls». De repente ya ha acabado y no sabes qué pensar.

regina

El momento de la verdad. Empieza el secado….. Empiezas a ver tu nuevo corte, tu nuevo color asoma. Demasiado pronto para saber si te gusta o no, si era lo que buscabas o no, si te ha entendido y te ha dejado como querías o ha hecho lo que le ha dado la gana….

Ya está hecho. Secada y peinada. ¿Veredicto? Pocas veces salgo 100% contenta de la peluquería pero cuando acierto es todo un subidón ¿y tú? ¿Eres de las que acierta o por el contrario tu peluquera se toma la ley tijeril por su propia mano y hace lo que a ella le apetece?