Y habrá quien se pregunte ¿es que tu casero no te deja tener gatos?

Pues tengo la suerte de que mi casero sí pero mi ritmo de vida no me permite dedicarle todo el tiempo y el cariño que se merece un animalito. Siempre me ha gustado la naturaleza en general, pero digamos que las plantas se me resistían.

Cuando todavía vivía en mi antigua habitación, mi madre me regaló un tiesto con romero. “El romero crece salvaje en la montaña” pensé. “Esto no se me puede resistir”. Pero se me resistió.

Yo lo regaba, ni mucho, ni poco; lo tenía en la ventana para que le diera un poquito el sol de Hamburgo (que tampoco es mucho), le ponía música… Pero poco a poco se iba secando. ¿Necesitaría más agua? Nunca lo sabremos, a pesar de mis cuidados, a los pocos días ya sólo eran cuatro ramitas marrones y quebradizas.

Al poco de instalarme en mi nuevo hogar, viajé a la terreta a visitar a mi familia y mi madre, aun sabiendo de mis dotes para lo verde, se empeñó en que me trajera unos brotes de aloe vera. “Es un cactus, esto no necesita na’”.

Envolvió las raíces en un paño de cocina empapado y tal cual me lo subí al avión. Lo planté en una maceta y al principio parecía que le costaba. Supongo que le faltaría algo de sol pero hoy está preciosa y ha tenido un “bebé”.

Con la emoción del momento arrastré a mi novio hasta una tienda y le convencí de comprar una jazminero. El olor me recuerda a los veranos en Alicante.

En la etiqueta ponía que es un jazminero asiático y que florecía varias veces al año. Pues no sé de qué parte de Asia será, pero a la semana perdió las tres florecillas que tenía y desde entonces está en el balcón y ni sufre, ni padece. No crece, no se seca, no se pudre. A veces me asomo para ver si sigue ahí o si se ha volado. Sigue ahí. Quien cumpliera años como él.

El siguiente miembro de la familia fue de nuevo cosa de mi madre, que quería aportar algo a mi casa nueva.

Estuvimos una hora dando vueltas, intentando decidir qué planta era más fácil de cuidar. Finalmente nos decidimos por una cinta, también conocida en algunos lugares como “malamadre”, no me preguntéis por qué.

Mi madre tiene una colgada en la ventana. Le crecen brotes que, a su vez se pueden plantar, y me parece preciosa. Es una planta tanto de interior como de exterior y tiene el beneficio de que purifica el aire de la habitación en la que está.

También dicen que trae fortuna a la casa. Depende de cómo se quiera interpretar la palabra “fortuna”. No nos ha tocado la lotería todavía pero mi pareja y yo nos queremos mucho.

Como mi madre es una mujer muy generosa, también me compró una suculenta con unas flores de color fucsia que colgaban en forma de campanitas. Más adelante descubrí que se llama ripsalis. Gracias, Google.

Admito que, después de mi grata experiencia con el aloe vera, pensé que esto estaría “chupa’o”. Pues no.

La he cuidado exactamente igual y las hojas empezaron a afinarse, hasta ahora que parecen papel de fumar y se recuestan tristemente sobre el borde de la maceta. Es curioso que, a pesar de verse tan apagada, de vez en cuando aparece algún capullo de esas flores.

Tengo dos teorías: o bien la planta está tan domesticada que ha perdido el instinto de supervivencia y ahorro de energía y por eso sigue haciendo flores cuando ya está en las últimas; o bien intenta esparcir sus semillas lejos de ese cuerpo enfermizo en el que se ha convertido, algo así como un intento por entregar sus últimas fuerzas a sus crías.

Poco antes de las navidades me dejé llevar por el consumismo y compré una planta de pascua. Con flores rojas, por supuesto, yo soy muy clásica.

En la tienda me dijeron que necesitaba poca luz y agua. Pues genial. Mi gozo en un pozo cuando mis conocidos empezaron a decirme que estas plantas no duran mucho más allá de la navidad. No sé, mi madre tiene una enorme desde hace años y ésta, la verdad, se ha quedado pelada pero sigue teniendo sus hojitas rojas y le están creciendo brotes. Algo estaré haciendo bien.

Y la última adquisición fue un regalo. En un primer momento pensé que me quedaría grande y que tendría que acabar por entregarla a alguna protectora de plantas para rescatarla de mí pero, para mi sorpresa, hoy puedo enseñaros orgullosa una foto con sus brotes y sus hojitas verdes creciendo cada día un poco más. Es un ficus y sí, es “Easy Care”. Por algo se empieza. Yo no puedo parar de mirarlo.

¿Por qué las plantas? Porque dan frescura y alegría a la casa. Vale, no te montan las mismas bienvenidas que un perro cuando llegas de trabajar, pero de algún modo aportan vida y es muy bonito ver cómo van creciendo y cambiando día a día. 

M.V.